martes, 29 de septiembre de 2009

Festividad de San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel

MIKAEL


Glorioso San Miguel, príncipe y caudillo de los
ejércitos celestiales, custodio de la Iglesia y protector de las almas; terror y espanto de los espíritus infernales; te rogamos humildemente que nos ampare tu favor, nos defienda tu fortaleza y nos aliente tu virtud en todos los días de nuestra vida y especialmente en el trance difícil de la muerte de modo que, cuando salgamos de este mundo, seamos defendidos por tu poder del dragón infernal y de todas sus asechanzas, y seamos por tí presentados, libres de toda culpa, ante la augusta Majestad de Dios. Amén

lunes, 28 de septiembre de 2009

San Miguel el Arcángel de Dios (5)



San Miguel, el Arcángel de Dios






Por el P. Alfredo Sáenz S.J.




IV. MIKAEL, EL ESCATOLOGO

Finalmente nuestro Arcángel tiene algo que hacer en relación con los últimos tiempos.

Ante todo advertimos que la Iglesia en su liturgia (59) atribuye a San Miguel la proclamación de los sucesos finales, la proclamación del Apocalíspsis, según aquello del mismo Ap. 1,1-2 “Revelación de Jesucristo, que para instruir a sus siervos sobre las cosas que han de suceder pronto ha dado a conocer por su ángel a su siervo Juan…” Este “ángel” del Apocalipsis no sería otro que nuestro Mikael, según la antífona a la que acabamos de aludir “Mientras Juan contemplaba el sagrado misterio, el Arcángel Miguel tocó la trompeta: “Perdona, Señor, Dios nuestro, tú que abres el libro y quitas tus sellos”.

Más aún. No sólo es Mikael el revelador de los “novísimos” sino que también tendrá un papel descollante en los acontecimientos terminales. Comentando Santo Tomás aquél texto de I Tes. 4,15: “-pues el mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero…” dice que si bien Cristo será la causa principal e instrumental de la resurrección del género humano, la causa “cuasi ministerial será el poder de los ángeles, los cuales tendrán algún efecto en la resurrección” (60). Según el texto de Tesalonicenses, los muertos resucitarán “a la voz del Arcángel”, no porque (la resurrección) se opere por su voz –comenta Santo Tomás-, sino por su ministerio. Y dice el arcángel, porque todos los angeles sirven a la Iglesia bajop un único arcángel. Ap.XII,7: Este es Miguel, príncipe de la Iglesia (61)

Gráficamente atribuye Santo Tomás a los ángeles el trabajo de recoger las cenizas de los difuntos en el día de la resurrección final. “Aquél ministerio –enseña- competerá principalmente a un Ángel, a saber, a Miguel, que es el Príncipe de la Iglesia, como lo fue de la Sinagoga, según se dice en Dan. 10., De manera semejante, los ángeles inferiores cooperarán con él en lo que atañe a la resurrección de los individuos, a cuya custodia fueron deputados; y así aquella voz puede interpretarse de uno o de muchos ángeles” (62)

Asimismo participarán los ángeles en la separación que el juicio final hará entre los buenos y los malos (cf. Mt.13.49; 16,27; 24,31; Mc.8,38). En el último día de la historia, cuando Cristo aparezca sobre las nubes del cielo para juzgar al género humano, Mikael tendrá que cumplir un ministerio formidable, cuando, a la cabeza de los otros ángeles, lleve a cabo la separación de los elegidos y de los réprobos que habrán retomado sus cuerpos en la resurrección final. (63)









CONCLUSION


Contemplador, guerrero, psicopompo, escatólogo: he aquí las cuatro facetas que caracterizan a nuestro Arcángel.

Nuestra época, volcada toda ella a la práxis, se muere de asfixia por falta de contemplación. El demonio, al que no le resulta difícil esconder su identidad pasando de incógnito en este mundo que se cree “maduro”, lleva adelante su lucha subversiva contra todo lo que tenga que ver con el nombre de Dios. más aún, al decir de Su Santidad Paulo VI, ha penetrado, incluso en la misma Iglesia, por alguna de cuyas grietas se llega a percibir “el humo de Satanás”. Son tiempos en que el destino del mundo se juega a cara o cruz, tiempos apocalípticos.

Por eso nunca fue tan necesario como hoy volver sobre la figura del Arcángel San Miguel. El es el Ángel de la contemplación y de la acción. El Ángel militante que luchó al comienzo de la historia y el que sigue combatiendo durante todo el transcurso del tiempo de la Iglesia, que no por nada es llamada “militante”. El Ángel que está junto a la cabecera de los moribundos, y al que aún aguarda una batalla final. El Ángel de nuestro tiempo convulsionado y poblando de demonios.

La ciudad de Paraná y la Provincia de Entre Ríos lo ha reconocido públicamente como su celestial Patrono. A sus pies nos postramos –nosotros y la Revista que se gloría con su nombre- para que bendiga nuestra empresa.

Cerremos este trabajo transcribiendo una hermosa oración a San Miguel compuesta por aquél gran hombre que fue Dom Prosper Guéranguer, y que se encuentra en su obra “L¨Anné Liturgique” plegaria con la que concluye su comentario a la fiesta del 8 de mayo, fiesta de la Aparición de San Miguel.

“¡Cuán esbelto eres, Arcángel San Miguel, bajo tu armadura celestial, dando gloria al Señor cuyo enemigo has destruido! Tu mirada humilde y ardiente se dirige hacia el trono del Señor , cuyos derechos has sostenido, y que te ha concedido la victoria. Tu grito sublime “¿Quién como Dios?” ha electrizado a las legiones fieles y se ha hecho tu nombre y tu corona. Por una eternidad sin fin, nos recordará tu fidelidad y tu triunfo sobre el Dragón. En el entretanto, descansamos bajo tu protección.

Ángel guardián de la santa Iglesia, ha llegado el momento de desplegar todo el vigor de tu brazo. Satanás amenaza, en su furia, a la noble Esposa de tu Señor; haz brillar los fulgores de tu espada, y húndela sobre este implacable enemigo y sus afrentosas cohortes. El reino de Dios está quebrantado hasta en sus fundamentos….¿Estamos en vísperas de que se declare el reino del hombre de pecado? ¿Nos acercamos a ese último día en que, a los pies del Juez soberano y sobre los despojos de este mundo culpable, tú deberás cumplir el temible ministerio de separar para siempre a los cabritos de las ovejas? Pero si la tierra debe sobrevivir aún, si los destinos de la Iglesia todavía no se han cumplido, ¿no ha llegado ya el tiempo, oh poderoso Arcángel, de que hagas sentir al Dragón infernal que no se ultraja impunemente sobre la tierra al que la ha creado, el que la ha rescatado y que se llama Rey de reyes, Señor de señores? El torrente del error y del mal no cesa de arrastrar hacia el abismo a la generación seducida; sálvala, glorioso Arcángel disipando las negras confabulaciones que la amenazan.

Tú eres, oh Miguel, el protector de nuestras almas en el momento de su paso del tiempo a la eternidad. Durante nuestra vida, tu mirada nos sigue, tu oído nos escucha. Por más que tu esplendor nos deje deslumbrados, no por ello dejamos de amarte, oh Príncipe inmortal, y vivimos felices y confiados a la sombra de tus alas. Pronto llegará el día en que, en presencia de nuestros restos inanimados, la santa Iglesia, nuestra madre, pedirá por nosotros al Señor para que no caigamos en las fauces del león infernal, y para que tus manos poderosas nos reciban y nos presenten a la luz eterna. Mientras aguardamos ese momento solemne, vela sobre tus fieles, ¡oh Arcángel! Enséñanos a repetir en pos de ti: “¿Quis ut Deus?” El honor de Dios, la convicción de sus derechos, la obligación de permanecerle fieles, de servirlo, de confesarlo, en todo tempo y en todo lugar: tal es el escudo de nuestra debilidad, la armadura bajo la cual venceremos, así como tu has vencido. Pero necesitamos algo de ese coraje varonil que tú has bebido en en el amor que llena tu interior. Haznos, pues, amar a nuestro común Señor, ¡oh Arcángel!, porque entonces seremos invencibles como tú. El Dragón no sabe resistir a la creatura que está apasionada por el amor de Dios todopoderoso; ante ella huye vergonzosamente.

El Señor te ha creado, oh Miguel, y tú has amado en Él a tu Creador; a nosotros no solo nos ha creado sino que también nos ha rescatado, y nos ha rescatado con su sangre, ¿Cuál deberá ser, pues, nuestro amor para con Él? Fortifica este amor en nuestros corazones; y puesto que combatimos en tu milicia, dirígenos, llénanos de fervor, sosténnos con tu mirada, y detén los golpes de nuestro enemigo. Tú estarás presente, lo esperamos, en nuestra última hora, ¡oh portaestandarte de salvación! En cambio de nuestra fiel devoción hacia ti, dígnate hacer la guardia junto a nuestro lecho y cubrirlo con tu escudo. Si el Dragón ve resplandecer su espada, no se animará a acercarse hasta nosotros. Al salir de su cuerpo, pueda nuestra alma lanzarse perdidamente en tus brazos. No la abandones, santo Arcángel, cuando se apriete contra ti; llévala al pie del tribunal de Dios, cúbrela con tus alas, apacigua tus temores, y dígnese el Señor, tu dueño, darte la orden de transportarla prontamente a la región de las alegrías eternas”.






Notas

Cf. Ant. Ad Magnificat del Oficio del 29 de septiembre.

(60) Comm, in Thes, nº 18. Incluso los antiguos ponían a San Miguel en relación con la resurrección de Cristo. Por ej. En “Representación de Pascua” de época medieval se atribuye a San Miguel el anuncio pascual a las mujeres: citado por J.Lemarié., en Textes relatives au culte de l´Archange et des Anges Dans les Breviaires Manuscrits du Mont-Saint-Michel, en Sacris Erudiri (XII) 1962, p.124. Tal testimonio propiamente litúrgico de la identificación del ángel de Pascua y de Miguel es sin embargo, extremadamente raro.

(61) Comm, in Thess, nº 999. Algunos apócrifos afirman que Miguel será quien toque la trompeta. Así por ej., el Evangelio de Bartolomé IV, 10-12: “Entonces les hizo bajar del Monte de los Ollivos. Y habiendo lanzado una mirada de furor a los ángeles que custodiaban el Tártaro, indicó a Miguel que hiciera sonar la trompeta fuertemente. Cuando éste la hubo sonado, subió Belial aprisionado por 560 ángeles y atado con cadenas de fuego”: en Los evangelios apócrifos, BAC, Madrid 1963, pp.556-557.
(62) In IV Sent. Dist. 43, art.2, qla 3, ad 2.

(63) Ya hemos dicho cómo la Edad Media gustaba representar la acción del santo Arcángel en ese momento decisivo. Lo dibujaban al pie del trono del Soberano Juez, junto a una balanza en donde pesaba las almas.

Tomado de San Miguel el Arcangel de Dios - P. Alfredo Sáenz - Ediciones Mikael 1976


jueves, 24 de septiembre de 2009

San Miguel el Arcángel de Dios (4)




San Miguel el Arcangel de Dios

Por el P. Alfredo Sáenz S.J.

III. MIKAEL, EL PSICOPOMPO

La tradición nos ofrece un tercer rasgo de la figura del Arcángel. San Miguel es llamado psicopompo, o sea conductor de las almas después de la muerte.


Siempre la Iglesia consideró el trance de la muerte como el momento de una dramática “agonía” es decir, de una lucha terrible con Satanás. “Nosotros debemos procurar y pensar con grandes lamentos cuán rabioso y terrible nos asaltará en el día de nuestra muerte el príncipe de este mundo -decía San Gregorio en una de sus homilías- , nos asaltará reclamando sus obras en nosotros, pues que acudió a Dios que moría en la carne, y hasta buscó algo en él (alude a Is. 14,30), en quien nada suyo pudo hallar…¿Qué diremos al enemigo que reclama y que halla en nosotros muchas cosas suyas sino solamente que tenemos un refugio seguro y una firme esperanza, porque nos hemos hecho una misma cosa con Aquél en quien el príncipe de este mundo también reclamó algo suyo, pero nada pudo hallar, porque sólo Él está libre entre los muertos (cf. Ps. 87,5), y que ya hemos sido librados del pecado con una verdadera libertad, porque estamos unidos a Aquél que es verdaderamente libre? (42)

En el momento de la muerte, Cristo y Satanás se disputan, por aís decir, el alma del que muere. Es un aspecto de la lucha cósmica entre Dios y el demonio, que se particulariza en cada hombre. Y así como la Iglesia asigna a Mikael un papel tan preponderante en la batalla universal, también se lo asigna en esta microlucha que es la muerte de cada cristiano. Siempre que Satanás lucha contra Dios, allí Mikael se hace presente para gritar: ¿Quis ut Deus?


I. En los Apócrifos

Resulta llamativo el cúmulo de referencias que sobre este tema se encuentra en los libros apócrifos pre y post cristianos. Esos libros nos describen cómo el ángel Miguel libra a las almas de los justos que mueren y los conduce a la gloria celestial (43).

Es interesante advertir que los libros apócrifos ponen esta misión de San Miguel en relación ante todo con el mismo Jesucristo al que aparece acompañado enseguida de su muerte en el misterio de su descenso a los infiernos, considerado como una travesía por zonas tenebrosas al mismo tiempo que como el comienzo de la aplicación de la obra redentora. Citemos un curioso texto de esa literatura:

“Mientras así apostrofaba el Infierno a Satanás, extendió su diestra el Rey de la gloria y con ella tomó y levantó al primer padre Adán. Después se volvió hacia los demás y les dijo: Venid aquí conmigo todos los que fuisteis heridos de muerte por el madero que éste tocó, pues he aquí que yo os resucito a todos por el madero de la cruz. Y con esto sacó a todos afuera. Y el primer padre Adán apareció rebosante de gozo….Después que ellos hubieron hablado así, bendijo el Salvador a Adán en la frente con la señal de la cruz. Luego hizo lo mismo con los patriarcas, profetas, mártires y progenitores. Y a continuación les tomó a todos y dio un salto desde el Infierno. Él caminaba, le seguían los santos padres cantando y diciendo: Bendito el que viene en nombre del Señor….Iba, pues, camino del paraíso teniendo asido de la mano al primer padre, a Adán. Y al llegar hizo entrega de él, así como también a los demás justos, al arcángel Miguel…

“Mientras éstos se expresaban así, vino otro hombre de apariencia humilde, que llevaba además sobre sus hombros una cruz. Dijéronle los santos padres: ¿Quién eres tú, que tienes aspecto de ladrón, y qué esa cruz que llevas sobre tus hombros? El respondió: Yo, según decís, era ladrón y salteador en el mundo, y por eso me detuvieron los judíos y me entregaron a la muerte de cruz juntamente con nuestro Señor Jesucristo. Y mientras estaba Él pendiente de la cruz, al ver los prodigios que se realizaban. Creí en Él y le rogué, diciendo: Señor, cuando reinares, no te olvides de mí. Y Él me dijo enseguida: De verdad, de verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso. He venido, pues, con mi cruz a cuestas hasta el paraíso y, encontrando al arcángel Miguel, le he dicho: nuestro Señor Jesús, el que fue crucificado, me ha enviado aquí; llévame, pues, a la puerta del Edén. Después me dijo el arcángel: Espera un momento, pues viene también el primer padre de la raza humana, Adán, en compañía de los justos, para que entren también ellos dentro. Y ahora, al veros a vosotros, ha salido a vuestro encuentro.” (46)
Asimismo los Apócrifos nos describen a Mikael acompañando a María en el momento de su tránsito. Transcribimos un texto a modo de ejemplo:

“María entonces se levantó, salió fuera, elevó sus manos e hizo oración al Señor. Terminada ésta, entró de nuevo y se tendió sobre el lecho. Pedro se sentó a su cabecera y Juan a sus pies, mientras los demás apóstoles rodeaban la cama…Y he aquí que (de repente) se presenta el el Señor sobre las nubes con una multitud sin número de ángeles. Y Jesús en persona, acompañado de Miguel, entró en la cámara donde estaba María, mientras que los ángeles y los que por fuera rodeaban la estancia cantaban himnos. Y, al entrar, encontró el Salvador a los apóstoles en torno a María y saludó a todos. Después saludó a su madre. María entonces abrió su boca y dio gracias con estas palabras: “Te bendigo porque no me has desairado en lo que se refiere a tu promesa. Pues me diste palabra reiteradamente de no encargara los ángeles que vinieran por mi alma, sino venir tú (en persona) por ella. Y todo se ha cumplido en mí, Señor, conforme a tu ofrecimiento. ¿Quién soy yo, pobrecita de mí, pata haberme hecho digna de tan gran gloria? Y, al decir éstas palabra llenó su cometido, mientras su cuerpo sonreía al Señor. Mas Él tomó su alma y la puso en mano de Miguel, no sin haberla envuelto en unos como velos, cuyo resplandor es imposible describir” (45)

Lo mismo sucede cuando relatan la muerte de San José:

“Si es que se han cumplido ya los días de vida que me has dado en este mundo -reza José-, te ruego, Señor Dios, que envíes al arcángel Miguel para que esté a mi lado hasta que mi desdichada alma salga del cuerpo sin dolor ni turbación” (46). Y más adelante, ponen esta plegaria en boca de Jesús: “Te pido por mi pare, José, la obra de tus manos. Envíame un gran coro de ángeles juntamente con Miguel, el administrador de los bienes, y con Gabriel, el buen mensajero de la luz, para que acompañen el alma de mi padre hasta tanto que haya salvado el séptimo eón tenebroso. De manera que no sea vea forzada a emprender esos caminos infernales, terribles para el viajero por estar infestados de genios malignos que por ellos merodean y por tener que atravesar ese lugar espantoso por donde discurre en río de fuego igual a las olas del mar” (47) “Al exhalar su espíritu, yo le besé…Entonces puse su alma en manos de Miguel y Gabriel para que le sirvieran en defensa contra los genios que asechaban en el camino. Y los ángeles se pusieron a entonar cánticos de alabanza ante ella, hasta que por fin llegó a los brazos de mi Padre” (48).

Los Apócrifos parecen, pues, concordes en describirnos a San Miguel como el encargado de acompañar a los justos en el trance de la muerte y de conducir al paraíso a las almas bienaventuradas. Los primeros libros de la tradición cristiana recibieron esta herencia, en especial el Pastor de Hermas (49).

2. En la Escritura

No sería justo atribuir las descripciones de los Apócrifos a mera “imaginería religiosa”, producto de la exuberante fantasía oriental. En el fárrago de detalles secundarios podemos detectar aportes perdurables. Más aún, la escritura misma nos ofrece un pasaje que hace a nuestro propósito. Se encuentra en la enigmática Epístola de San Judas. El autor, hablando allí de los malos ángeles, condenados a las tinieblas pero que, a pesar de ello, siguen actuando en el mundo, nos ofrece este extraño texto:

“El arcángel Miguel cuando altercaba con el diablo contendiendo sobre el cuerpo de Moisés no se atrevió a proferir un juicio injurioso, sino que dijo “Que el Señor te reprima” (Judas 9).

Advertimos cómo el Arcángel Miguel discute con el diablo y le disputa el cuerpo de Moisés. Uno de los ángeles defiende el plan divino mientras que el otro lo combate. Acá la disputa tiene por tema el cuerpo de Moisés, pero el autor de la Epístola no da explicación alguna acerca del motivo de esta disputa (50).

Diversas conjeturas se han adelantado para explicar esta discusión: Satanás habría querido que el honor de la sepultura le fuese rehusado a Moisés porque éste había matado a un egipcio (cf. Ex.2.12); o bien habría deseado que su sepulcro fuese conocido y visible sobre el Monte Nebo, con la intención de que allí se convirtiera para los judíos en objeto de idolatría; o también se habría opuesto a su inhumación en el valle de Beth-Phogor, de miedo que la cercanía de sus restos deteriorase el culto del ídolo local (51).

El Arcángel, aún teniendo en frente al jefe de los ángeles rebeldes y condenados, no se atrevió a pronunciar sentencia sobre él. Tuvo miramiento por su antigua dignidad y prefirió que la orden represiva viniese de Dios en persona: ¡Que el Señor te reprima! (52).

Lo que interesa para el propósito que ahora nos ocupa es que San Miguel actúa ante Satanás -y lo enfrenta- a favor de un fiel difunto.




3. En la liturgia

La Iglesia ha asumido los elementos valederos que encierra esta tradición, representándose a Mikael junto a todos los lechos de los moribundos, con el encargo especial de recoger las almas de los elegidos a la salida del cuerpo, y de introducirlas, con delicada solicitud y majestad incomparable, en la luz eterna y en la morada de la gloria. El mismo Jesús nos dijo que los ángeles transportaron el alma del pobre Lázaro. Y la imaginación medieval esculpió en los frontispicios de las catedrales la imagen del Arcángel haciendo fuerza en el platillo de la balanza de los difuntos contra el acusador Satanás que presiona para la ruina de esas almas. Esta doctrina ha encontrado su expresión cultual en la liturgia de la recomendación del alma y del Oficio y Misa de difuntos (53)

- ritual de la recomendación del alma. Este hermoso y consolador rito, en el que palpita la más noble emoción de la Iglesia, invoca así al Señor: “Dios misericordioso, Dios clemente, Tú que por la inmensidad de tu misericordia, borras los pecados de quienes se arrepienten y perdonas sus culpas pasadas: mira benigno a tu siervo N….., renueva en él todo cuanto fue corrompido por la debilidad humana o cuanto fue profanado por el engaño del demonio, y consérvalo en la unidad de tu Iglesia como miembro vivo que ha participado en la Redención”. “Ábransele los cielos y los ángeles se alegren juntamente con el. Recíbalo San Miguel, el Arcángel de Dios, que mereció ser el príncipe de la milicia celestial. Salgan a su encuentro todos los santos ángeles, y lo conduzcan a la ciudad de la Jerusalén celestial….Recíbanlo también los Apóstoles, los Mártires, los Confesores, San José, la Virgen María, Madre de Dios, Jesucristo.”

La Iglesia no olvida, sin embargo, lo terrible del trance. Y por eso en este “Ordo” pide al Señor que libre al alma de su siervo como antaño libró a Noé del diluvio; a Abraham de los Caldeos; a Job, de sus padecimientos; a Isaac, de la muerte; a Lot de Sodoma; a Moisés del Faraón; a Daniel de los leones; a los tres jóvenes, del fuego; a Susana de un falso crimen; a David de Saúl y de Goliat; a Pedro y a Pablo, de la cárcel….Es decir que considera a la muerte como un duro combate con un cruel y tiránico enemigo. Y ruega a Dios incluya a su siervo en la lista salvífica de los “liberados”. “Ignores todo cuanto hace horrorosas las tinieblas y todas las torturas de los suplicios eternos. Apártese de tí el abominable Satanás con sus ejércitos; tiemble de espanto cuando llegues tú, acompañado de los ángeles, y se precipite en el tremendo abismo de la noche eterna. Levántese Dios, desaparezcan sus enemigos, huyan de su presencia los que le odian. Como se esfuma el humo, así se desvanezcan; como se derrite la cera delante del fuego, así perezcan los pecadores delante de Dios. Los justos, por el contrario se regocijen y celebren alegres fiestas delante del Señor. Sean por tanto confundidas y queden avergonzadas todas las legiones infernales, y los ministros de Satanás no se atrevan a impedirte tu camino.”

Concluye este admirable ritual con el anuncio de la gloria cercana. “Jesucristo, quien por ti fue crucificado, te libre de los suplicios del infierno. Jesucristo, el Hijo de Dios, te libre de la muerte eterna, ya que se dignó morir por ti. Te instale en los jardines siempre floridos del Paraíso y, como verdadero Pastor, te reconozca entre sus ovejas….Puedas ver cara a cara a tu Redentor, y contemplar en su eterna presencia, con ojos felices, la clarísima luz de la verdad. Colocado así entre los ejércitos de los bienaventurados te sea dado gozar de la dulzura de la contemplación de Dios por todos los siglos de los siglos. Amén (54) .

Oficio y Misa de Difuntos. El Oficio Divino -tanto el antiguo como el actual- presenta a San Miguel como el protector de las almas que van a parar a la otra vida. “Vino Miguel Arcángel con una multitud de ángeles a quienes Dios confió las almas de los santos para que las conduzcan al paraíso de la gloria” (55). San Miguel es llamado “mensajero de Dios para las almas justas” (56). “Arcángel Miguel, te he establecido príncipe sobre todas las almas que deben ser recibidas en el cielo” (57). “Que el abanderado San Miguel lleve a las almas de los fieles difuntos hasta la luz santa” (58).

Asimismo en la Misa de Difuntos se lo cita con frecuencia. En el versículo del Aleluya, por ejemplo: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate para que no perezcamos en el terrible juicio”. Y en el antiguo texto “ofertorio” de la Misa de difuntos oraba así la Iglesia: “Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libra a las almas de todos los fieles difuntos de las penas del infierno y del profundo lago; líbralas de la boca del león, que no las trague el tártaro, ni caigan en la oscuridad; sino que el abanderado San Miguel las introduzca en la luz santa que antaño prometiste a Abraham y a su descendencia…”
Así pues, la Iglesia en su oración oficial por los agonizantes y difuntos no ha olvidado el importante papel del psicopompo que cumple San Miguel. La Misa de Difuntos y el Oficio correspondiente están en perfecta consonancia con los datos de la Escritura y de la Tradición.


(42) S.Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios 39,8-9

(43) Cf. por ej. Apocalipsis de Pablo, 26. También de Henoc se nos cuenta que, al morir, fue introducido en un mar de fuego y entonces “el ángel Miguel, uno de los jefes de los ángeles, me tomó la mano derecha, me levantó y me condujo allí donde están los secretos…” Libro de Henoc, cap. 71,3
(46) Actas de Pilatos, cap. VIII-X, en Los evangelios apócrifos, BAC, Madrid 1963, pp.452-454; ver también ib. IV (XX) 3, p.464. Y asimismo cf. Ascensión de Isaías III, 16-17, en donde San Miguel es presentado en relación con la salida de la tumba participando en la resurrección de Cristo. “El ángel del Espíritu Santo y Miguel, el príncipe de los ángeles santos, como en el tercer día abrieron la tumba y el mismo Bienamado, sentándose sobre sus espaldas (de los ángeles), saldrá y enviará a los doce Apóstoles.
(45) Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica, XII, en Los evangeliios apócrifos, BAC, Madrid 1963, pp.636-637. En otro lugar vemos a Mikael llevando al cielo el alma de la Virgen, e incluso reuniéndola con su cuerpo: cf. Transitus Mariae XVI

(46) Historia de José el carpintero XIII,2 en Los evangelios apócrifos, BAC Madrid 1963, p.346.

(47) Ibid. XXII,1; p.532

(48) Ibid. XXIII, 1,4; p.353. Y según otra versión: Y cuando yo hube dicho amén, mi madre María respondió en la lengua que hablan los habitantes del cielo. Y al momento volaron sobre el cuerpo de m,i padre José, Miguel, Gabriel y el coro de los ángeles viniendo desde el cielo…Miguel y Gabriel tomaron por ambos extremos un precioso paño de seda y en él depositaron el alma de mi querido padre José después de haberla besado reverentemente….Yo confié a Miguel y Gabriel el alma de mi querido padre José, para que le guardaran contra los raptores que merodean por el camino, y encargué a los espíritus incorpóreos que continuaran cantando alabanzas hasta que la depositaran, finalmente, junto a mi Padre en el cielo” ibid..p.353, nota 31.

(49) Cf. Visión II,7. El Testamento de Abraham, libro contemporáneo del Pastor, vá aún más allá, y nos dice que San Miguel, tiene poder incluso para rescatar las almas del infierno. Ya que Abraham, dolido de su dureza para con los pecadores a quienes dio muerte, mandándolos así al infierno, invoca a Miguel para que los saque de allí. Pero esto es evidentemente falso e imposible. El espíritu cristiano tamizó benévolamente estos datos, acomodándolos a la regla de su fe. Y así veremos cómo San Miguel es nombrado en el txto del “ofertorio” de la Misa de difuntos, donde se le pide que libre a las almas de las fauces del león, pero de ningún modo se le ruega que las saque del seno del infierno. En el mismo “ofertorio” se menciona juntamente a San Miguel y a Abraham.
(50) Deut.34, 5-6 relata q ue Moisés murió en el país de Moab, sobre el monte Nebo, que Josué lo inhumó en el valle de Beth Phogor, y que nadie conoció el emplazamiento preciso de dicha sepultura.

(51) Varios Padres pensaron que nuestro texto tiene su raíz en algún apócrifo, por ej. En La Asunción de Moisés. Ver,v.gr., Orígenes, De principiis III, 2,1 E único ejemplar que se conserva de “La Asunción de Moisés” es una antigua traducción latina en la que precisamente falta la parte final en donde se debía relatar la muerte de Moisés y en que verosímilmente se trataba del combate al que alude Judas. La discusión entre los dos ámgeles no habría podido ser conocida sino por una revelación hecha quizás a Josué y conservada por tradición oral.

(52) Estas palabras se encuentran también en Zac. 3,1-2: “Y me hizo ver a Josué, el sumo sacerdote, que etaba en pie delante del ángel de Yahvé, y tenía a su diestra a Satán para acusarle. Y el ángel de Yahvé dijo a Satán : ¡ Que Yahvé te reprima, oh Satán, que Yahvé te reprima!
(53) J.Lemarié, en dos artículos publicados en la revista Sacris Erudiri, ha recopilado textos rituales referentes a San Miguel y entre ellos espigamos los que dicen relación con los difuntos “a quienes conduce a la gloria del cielo donde los introduce amigablemente”: en Textes liturgiques concernant le culte de S.Michel (Sacris Erudiri XIV 1963, p.278); Mikael es llamado “príncipe de las almas”: cf. Textes relatives au culte de l ´Archange et des Anges Dans les Bréviaires Manuscrits du Mont-Saint Michel (Sacris Erudiri XII 1962, p.138); y recogiendo textos de devoción privada en varias abadías medievales, advierte que a San Miguel se lo llama “príncipe gloriosísimo, jefe de los ejércitos celestiales, jefe admirable, tras Cristo, de la Iglesia de Dios, vencedor de los malos espíritus, acogedor de las almas” (ibid. Pp.140-142). Especialmente en ibid p.142: “Michael archangele bone –precor in mortis agone -Deffensorem te habeam. – Me defendas a drachone, -In tua protectione –Suscipe “anima meam”. Es “custos animarum” porque nos defiende en el combate, y contamos con su ayuda en la hora de nuestra muerte. Recoge el alma del justo a la salida del cuerpo. La presenta al Juez y, según la imaginería de una de esas estrofas, se encarga de defenderlas (cf.ibid. pp.145-147)
(54) Consoladora es también la “absolución sobre el féretro”: “Te conduzcan los Ángeles al paraíso; a tu llegada te reciban los Mártires, y te lleven a la ciudad santa de Jerusalén. Recíbate el coro de los Ángeles y con el pobra Lázaro obtengas el descanso eterno.

(55) Resp. II del II Nocturno.

(56) Ant. 1ª del III Nocturno.

(57) Ant. 3ª de Laudes.

(58) Preces de II Vísperas del Nuevo Oficio.

Tomado de San Miguel el Arcángel de Dios Ediciones Mikael, 1976

miércoles, 23 de septiembre de 2009

24 de Septiembre Festividad de Nuestra Señora de la Merced

Nuestra Señora de la Merced, Generala del Ejército Argentino


La victoria argentina en la batalla de Tucumán del 24 de septiembre de 1812, es acreditada a Nuestra Señora de las Mercedes. En ella se decidió la suerte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los españoles eran unos tres mil y los argentinos apenas mil ochocientos. Belgrano, puso su confianza en Dios y en Nuestra Señora de las Mercedes, a quien eligió por Patrona de su Ejército.

En la mañana del 24 de septiembre de 1812, día del combate, el general Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen. El ejército patriota obtuvo la victoria. En el parte que transmitió al Gobierno, Belgrano hizo resaltar que la victoria se obtuvo el día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección se habían puesto las tropas.

El parte dice textualmente: 'La patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos ".

El general Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando. La entrega se efectuó durante una solemne procesión con todo el ejército, que terminó en el Campo de las Carreras, donde se había librado la batalla.



Belgrano se dirigió hacia las andas en que era conducida la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, y le entregó el bastón que llevaba, poniéndolo en las manos de la Virgen y proclamandola como Generala del Ejército.

En 1814, dos años después cuando Belgrano transmite a su amigo, el General José de San Martín, el mando de las tropas unos meses antes de que, éste, comenzara su exitosa "Campaña Libertadora" le recomienda: ...enarbolar la bandera que le entrega y ... "No deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre NUESTRA GENERALA, y no olvide los Escapularios a la tropa"... y, reforzando su pedido, agrega: ... "DEJE USTED QUE SE RÍAN, LOS EFECTOS LE RESARCIRÁN, A USTED, DE LA RISA DE LOS MENTECATOS QUE VEN LAS COSAS POR ENCIMA"...






Oración a la Nuestra Señora de la Merced Generala del Ejército Argentino

A ti recurrimos, oh Virgen Generala de nuestro Ejército, para implorar tu maternal protección sobre nuestra Patria,
No te olvides que en otro tiempo en este suelo y por tu maternal inspiración se izó la bandera celeste y blanca cuyos colores blasonan tu pecho en prenda de la victoria que concediste a tu hijo Manuel Belgrano y a sus hombres -nuestros antepasados- que supieron honrar su uniforme y su juramento de fidelidad en horas aciagas para la Patria.
Oh Virgen y Madre nuestra no son mejores los tiempos que corren, por eso recurrimos nuevamente a Vos para pedirte con fervor que ejerzas el mando que te fuera ofrendado y nos libres de los males que se ciernen sobre nuestra Patria. Que al postrarnos ante tu imagen de Virgen Generala resuene esta unánime aclamación:
Nuestra Señora de las Mercedes ¡Tu eres la gloria de nuestra Patria. Tú eres la honra de nuestro pueblo! Tu la redentora de presos y cautivos, Virgen de la Esperanza! ¡Tu la Generala de nuestro Ejército!

RUEGA POR NOSTROS Y POR NUESTRA QUERIDA PATRIA





San Miguel el Arcángel de Dios (3)



San Miguel el Arcángel de Dios


Por el P. Alfredo Sáenz S.J.

II. MIKAEL, EL GUERRERO

Uno de los aspectos más relevantes de la personalidad del Arcángel es su incansable militancia a favor de Dios y de las cosas de Dios. Su grito inicial: Quis ut Deus, Quién como Dios, impregna todo el sentido de su quehacer. Analicemos los textos de la Escritura que aluden a esta faceta de San Miguel.

1. Mikael en la visión de Daniel

En el capítulo 10 del libro de Daniel encontramos una importante mención del Arcángel. En el año tercero de Ciro, rey de Persia, Daniel recibió una revelación. Se hallaba éste a orillas del río Tigris cuando se le apareció un varón vestido de lino y ceñido con un cinturón de oro puro. Su rostro resplandecía como el relámpago, sus ojos eran como brasas de fuego, y el sonido de su voz era como rumor de muchedumbre (cf. Dan. 10, 1-6).

El personaje había venido para anunciarle la próxima liberación del pueblo elegido. “Pero -agregó- el jefe del reino de Persia se me opuso veintiún días, mas Miguel, uno de los jefes supremos, vino en mi ayuda, y yo prevalecí allí sobre los reyes de Persia. Vengo ahora para darte a conocer lo que sucederá a tu pueblo en los tiempos venideros, pues a estos tiempos se refiere la visión (Dan. 10, 13,14) Y concluyó: “Tengo que volverme luego a luchar con el jefe de Persia y, saliendo yo, vendrá el jefe de Grecia…Nadie me ayuda contra ellos, si no es Miguel, vuestro jefe” (ib. 20-21).

Dos capítulos más adelante, hablando el mismo personaje sobre la liberación final de Israel, profetizó: “Entonces se alzará Miguel, el gran jefe, el defensor de los hijos de tu pueblo, y será un tiempo de angustia, tal como no lo hubo desde que existen las naciones hasta ese día. Entonces se salvarán los que de tu pueblo estén escritos en el libro. Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la eterna vida, otros para la eterna vergüenza y confusión.” (Dan. 12, 1-2).

Hagamos un breve análisis de estos diferentes textos.

- En ellos se atribuye un jefe al reino de Persia, al reino de Grecia, y al pueblo de Israel. No parece que estos jefes sean hombres puesto que, por una arte, el jefe del reino de Persia es distinto de los reyes de Persia, y por otra, Israel nunca tuvo por jefe temporal a ningún hombre con el nombre de Miguel. Lo que pretenden que “el jefe del reino de Persia” es Ciro, olvidan que ese príncipe no fue un jefe sino un rey, título que el profeta no deja de darle cuando a él se refiere (cf. Dan. 1,21; 10,1). Los Padres casi unánimemente ven en estos jefes de los Persas, de los Griegos y de los Israelitas a ángeles encargados de velar sobre sus respectivos pueblos (16)

- Mikael es llamado sucesivamente “uno de los jefes supremos”, luego “vuestro jefe”, en relación con el pueblo al cual pertenece Daniel, y finalmente “el gran jefe” desde el punto de vista de la protección de Israel. De lo cual se desprende que ocupa un rango elevado en la jerarquía de los ángeles y que fue especialmente encargado por Dios para cuidar del pueblo elegido (17) Hay que agregar, sin embargo, que a los ojos de los judíos, el título de “jefe” atribuido a Miguel en nada obstaba a que Dios fuese considerado como Señor supremo y protector inmediato de Israel (cf. Eccle. 17, 14-15).

- El texto de Daniel muestra que los ángeles prepuestos a las naciones ejercen activamente su ministerio. El ángel de Persia se opone durante veintiún días a un designio cuya ejecución parece deseable. Este designo no puede ser otro que la liberación del pueblo elegido, anunciada en esta visión del profeta. El ángel Miguel es el único que defiende el plan de Dios.

- Finalmente el contenido y contexto de todo el capítulo 12 es escatológico. Se habla claramente del “fin” (v.6), del “tiempo venidero” (vv.4.9), del “tiempo de abolición del sacrificio perpetuo y del tiempo de la abominación de la desolación” (v.11), en el cual “un gran número errará y la iniquidad se acrecentará” (v.4) (18)

2. Mikael en la visión del Apocalipsis

La segunda imagen “guerrera” de Mikael nos la ofrece el capítulo 12 del Apocalipsis.

“1. Apareció en el cielo una señal grande, una Mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, 2 y estando encinta, gritaba con dolores de parto y ansias de dar a luz. 3. Apareció en el cielo otra señal, y ví a un gran Dragón de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas. 4 Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo y los arrojó a la tierra. Se paró el Dragón delante de la Mujer que estaba a punto de dar a luz, para tragarse a su hijo en cuanto lo diese a luz. 5 Dio luz un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro, pero el Hijo fue arrebatado a Dios y a su trono. 6 La mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar preparado por Dios, para que allí la alimentasen durante 1260 días.

7 Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el Dragón, 8 y peleó el Dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. 9 Fue arrojado el Dragón grande, la antigua Serpiente, el Diablo o Satanás, como se lo llama, el seductor de todo el mundo, y fue precipitado en la tierra, y sus Ángeles fueron precipitados con él. 10 Oí una gran voz en el cielo que decía: ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche. 11 Pero ellos le han vencido por la sangre del Cordero y por la palabra de su martirio, y menospreciaron su vida hasta morir. 12 Por eso, regocijaos, cielos y todos los que morís en ellos. ¡ Ay de la tierra y del mar! , porque descendió allí el diablo animado de un gran furor, por cuanto poco tiempo le queda…17 Se enfureció el Dragón contra la Mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.

Era conveniente citar “in extenso” este importante texto para ubicar mejor la acción de Mikael en su contexto.

- Se habla ante todo de una Mujer. Es María, según algunos autores, que da a luz al enemigo moral del Dragón. Es la Iglesia, según otros, la primera creatura en la intención del Creador; vestida de sol, porque la Iglesia es como el reflejo de Dios, revestida de gloria divina; rodeada de doce estrellas: las doce tribus, los doce apóstoles, sufre dolores de parto.

-Frente a ella, el Dragón, que asecha al Hijo recién nacido, el Mesías, destinado a apacentar a las naciones, con la intención de devorarlo. Pero el Mesías, después de su Resurrección, es llevado al cielo. Y la Mujer -la Iglesia- huye al desierto. El Dragón de nuestro texto no es otro que la “antigua serpiente” del paraíso, caracterizado con rasgos repugnantes (19). Las estrellas que barre del cielo son los ángeles que arrastró consigo en su caída. La lucha apocalíptica entre la Mujer y el Dragón recuerda el episodio primordial del Génesis (20).

- En tercer lugar aparece Mikael el cual libra una batalla victoriosa contra el Dragón. Satanás se había dirigido primero contra Cristo. Mikael interfiere, enfrentándose con Satanás, el seductor de todo el mundo, “el que acusaba delante de Dios” (se alude a Job 1,6 ss.) “Hubo una batalla en el cielo”. Este combate representa el antagonismo perpetuo entre los ángeles buenos y los ángeles malos. Tal antagonismo siempre actual data del comienzo; en un momento dado hubo una escisión en el cielo. Y los ángeles malos fueron precipitados de las alturas, perdiendo su puesto espiritual junto a Dios. Gracias a la Redención, Satanás fue radicalmente derrocado como “príncipe del mundo” (cf. Jo. 12,31) Por eso Cristo, al ser informado de los primeros éxitos obtenidos por sus apóstoles, exclamó: “Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc. 10,18). En nuestro texto los cielos ven la caída de los ángeles como terminada; por eso se canta desde ya el himno de triunfo; “Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo”. Es también el himno de los mártires, que en Cristo han vencido a Satanás. Sin embargo al Dragón se le concede un corto plazo, en el cual se ensañará más y más con la Iglesia, con los miembros de Cristo. (21)


Esta batalla campal se despliega, pues, en tres momentos, uno de ellos en el cielo y los otros dos en la tierra. En el cielo: la batalla termina con la derrota del Dragón por intervención de Mikael; en la tierra: persecución de la Mujer, sin alcanzarla, y persecución contra la descendencia de la Mujer, es decir, los fieles de todos los siglos. El Apóstol muestra que la culminación de esta tercera fase no será diferente del desenlace de las dos primeras. El Dragón, será vencido. De esta manera la visión del capítulo 12 fija el conflicto en el tiempo presente, pero relacionándolo con el combate de siempre. Como si el tiempo careciera de espesor. De la lucha inicial entre los ángeles, que precede indudablemente el curso de la historia humana, se pasa sin transición al último combate; más aún, el mismo acto parece ser simultáneamente el combate del comienzo y el combate del fin. El pecado del demonio es siempre el mismo, un pecado contra el Verbo encarnado y la Iglesia. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis. (22)

El hecho es que nuestro héroe, Mikael, cumple un papel principal a lo largo de esa siempre retomada lucha cósmica. Frente al reiterado Non serviam demoníaco opone su incesante Quis ut Deus.

En una de sus homilías escribe sobre él San Gregorio: “Cuántas veces se obra algo de un poder maravilloso, se ve que es enviado San Miguel para que por la obra y por el nombre se dé a entender que nadie puede hacer lo que puede hacer Dios. Por eso a aquel antiguo enemigo que aspiró, en su soberbia, a ser semejante a Dios, diciendo: Escalaré el cielo; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono; me sentaré sobre el monte del testamento al lado del septentrión. Sobrepujaré la altura de las nubes; semejante será al Altísimo (cf. Is. 14, 13.14); cuando al fin del mundo, para que perezca en el definitivo suplicio, será dejado en su propio poder, preséntasele como que ha de pelear con el arcángel San Miguel, según se dice por S.Juan : Trabose una batalla con el Arcángel San Miguel (Ap. 12,9), para que aquel que se había engreído, soberbio, hasta hacerse semejante a Dios, aprenda, derrocado por San Miguel, que nadie debe levantarse soberbio hasta hacerse semejante a Dios(23)

Vence, pues, Mikael. Satanás es derrotado. Y “no fue hallado el lugar del Dragón en el cielo”; lo cual concuerda con el “encadenamiento de Satanás” de que se habla en el mismo Apocalipsis (24). “Fue precipitado”. No está ya en la esfera celeste, junto a Dios. Esta visión fusiona las derrotas sucesivas del demonio y de sus malos ángeles: la del comienzo de la creación, cuando los rebeldes fueron privados de la visión de Dios, y la del fin de los tiempos, que sellará su condición terminal. Entre estas dos derrotas resta una alternancia misteriosa de etapas de poder y de impotencia (25) .Pero Mikael tendrá la última palabra. Como escribe Santo Tomás “La esperanza que el diablo tiene en lo que toca a la subversión de los santos, se verá frustrada: y en el día del juicio, él, con todos sus secuaces, a la vista de los santos, será precipitado en el infierno” (26)

La liturgia al conmemorar la fiesta de San Miguel hace suya esta visión del Apocalipsis, citando con frecuencia los distintos versículos del capítulo 12 (27), y llama al Arcángel, “príncipe invicto de la cohorte celestial” (28)





3. Mikael en II Tesalonicenses

En la epístola a los Tesalonicenses hay un texto que ha sido interpretado por algunos exégetas a favor de San Miguel. Hablando el Apóstol de la Parusía de Jesús al fin de los tiempos, dice: “Que nadie os engañe en modo alguno, porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo…Y ahora sabéis qué eslo que le retiene hasta que llegue el tiempo de manifestarse. Porque el misterio de iniquidad está ya en acción; sólo falta que el que le retiene sea apartado del medio. Entonces se manifestará al inicuo, a quien el señor Jesús matará con el aliento de su boca, destruyéndole con la manifestación de su venida.” (II Tes. 2, 3-4. 6-8) .

Es difícil determinar lo que significa la frase “el misterio de iniquidad está ya en acción”. Parece tratarse de la obra satánica en sus diversas manifestaciones conforme a Ef. 2, 1-2. Este misterio de iniquidad no se reduce tan solo a una fuerza individualizada a un anticristo concreto, sino que, conforme a la literatura apocalíptica, abarca más bien lo colectivo y lo individual. Así en I Jo. 2,18 se dice: “Vosotros habéis oído que va a venir un anticristo; pues yo os digo que ya ahora han aparecido muchos anticristos, por lo cual conocemos que ésta es la hora postrera”, y más concretamente en 2 Jo. 7: “Muchos impostores han surgido en el mundo: los que no confiesan que Jesucristo ha venido en la carne; éste es el impostor y el anticristo”. El Anticristo es, pues, la síntesis de todos los falsos doctores que, a lo largo de la historia, adulteran el evangelio. Lo cual no excluye que al fin de los tiempos el Maligno logre expresarse de manera suprema en la actividad de un hombre que sería como la “encarnación” de Satanás.

Frente a este “mysterium iniquitatis”, dirigido por Satanás y encarnado por el Anticristo, se levanta algo que frena o retiene (katéjon) su plena manifestación. Para que el “inicuo” entre públicamente en escena, es menester que un “obstáculo” sea previamente apartado. Se habla de lo que retiene (vers. 6: to katéjon, neutro) y el que retiene (ver. 7: ho katéjon, masculino). ¿Trátase de algo colectivo o de un individuo particular? Varias son las hipótesis que se han adelantado y cuya presentación excedería nuestro intento (29).

Expongamos, sin embargo, una de las posibles interpretaciones que pertenece al P. Prat. Según este autor, el pensamiento de San Pablo debe ser interpretado según las categorías de la escatología judeo-cristiana. Con Daniel en el Antiguo Testamento, y San Juan en el Apocalipsis, San Pablo describe acá una lucha entre el Bien y el Mal cuyo teatro principal es el mundo invisible y celestial, pero que tiene tam,bién su repercusión en la tierra. . Hemos visto ya cómo en el texto citado del Apocalipsis el Dragón era asimilado a la antigua Serpiente, a Satanás, el Seductor de toda la tierra, el Perseguidor, frente al cual y a su milicia demoníaca se presentaba otro personaje, San Miguel, quien, al frente de los ángeles buenos, derrotaba a la legión enemiga. En el texto de Daniel que comentáramos anteriormente, San Miguel aparecía también como jefe y tutor del pueblo de Dios, abrazando la causa de la nación santa, principalmente en una época de gran tribulación, previa a resurrección de los muertos. Además, como ya dijimos, la tradición judaica, en sus apócrifos, siempre atribuyó a a San Miguel la defensa del pueblo de Dios. Y si todo esto es así ¿por qué no admitir que en el texto de Tesalonicenses compartía San Pablo tales conceptos? Según él, el Inicuo logra realizar prodigios y seducir porque, en última instancia, es Satanás quien le comunica su poder. La iniquidad de este mundo es presentada como repercusión de la iniquidad del mundo invisible. No parece, pues, fuera de propósito que el Apóstol haya señalado como aliado de la Iglesia a un tutor invisible: el Obstáculo que el Maligno encontraría a lo largo de los siglos sería, pues, un poder angélico, el Arcángel San Miguel (obstáculo masculino: ho katéjon) y su ejército de espíritus buenos (obstáculo neutro: to katéjon) (30).

De modo que el Arcángel, el mismo que luchó contra el “príncipe de Grecia” y el “Príncipe de Persia” (personificación de los poderes gentílicos históricos que se oponen a la implantación del “reino de los santos”, según Daniel), y que combate sin cesar contra “el Dragón (como aparece en el Apocalípsis), sería también el que retiene o “contiene”, con una fuerza sobrenatural superior, la manifestación total del enemigo (31)

Un último dato. Allí donde nuestro texto dice: “Entonces se manifestará el inicuo a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca”, comenta Santo Tomás: “lo matará “con el aliento de su boca”, esto es, por mandato suyo, porque Mikael lo matará en el monte de los Olivos, desde donde Cristo ascendió a los cielos: así como Juliano fue aniquilado por la mano de Dios” (32)

4. Mikael, custodio de la Iglesia militante

El profeta Daniel fue el primero que, en el texto más arriba incluido, atribuyó a los ángeles la custodia de las naciones, y a Miguel en particular, la guardia del pueblo elegido (33). Santo Tomás lo enseña con toda claridad: “Al ángel Miguel le fue encomendado el pueblo judío” (34). Y como la Iglesia -nuevo pueblo elegido- ha sucedido al pueblo de Israel, es natural que Mikael haya pasado a ser el patrono de la Iglesia (35). Santo Tomás hace suya esta idea al tratar de los ángeles custodios. Allí enseña que la custodia personal es confiada a los ángeles menores. Pero hay también una custodia general. Mientras más importante es un agente, su oficio es más universal. De ahí que al Arcángel, príncipe de los ángeles, se le confíe una misión de alcance más universal (36).

La liturgia -que convierte en oración la doctrina de la Iglesia- expresa en sus textos esta peculiar custodia del Arcángel. “He aquí que Miguel, uno de los príncipes principales, vino en mi ayuda”, canta en una de sus antífonas del Oficio (37). Y lo invoca principalmente como Patrono de la Iglesia militante en su lucha contra el enemigo infernal. “Miguel Arcángel -rezaba el Oficio- ven en ayuida del pueblo de Dios (38) . En las Preces de Laudes del actual Oficio se ruega a Dios que envíe a Miguel, gran príncipe, en ayuda de su pueblo, para que lo defienda en la lucha contra Satanás y sus ángeles. Asimismo el Ritual Romano conoce un rito de bendición e imposición del escapulario de San Miguel Arcángel en el que pide a Dios se digne defender a su Iglesia contra las insidias diabólicas por medio de San Miguel, de al modo que los que reciban ese escapulario, fortalecidos con el auxilio del Arcángel, sean capaces de superar a los enemigos del alma y del cuerpo en esta vida y en el trance de la muerte. El mismo Ritual incluye un vibrante exorcismo contra Satanás y los ángeles apóstatas, en el que Mikael ocupa un lugar sobresaliente(39). Este texto deprecatorio-impetratorio constituye la expresión ritual de lo que caracteriza una de las acciones más importantes de la Iglesia: la lucha contra Satanás en cada alma y en todos los espacios y los tiempos. Mientras prosiga la lucha de la Iglesia -que no puede abdicar de su esencial militancia- la guardia de San Miguel no se desvanecerá.

Hay un hecho en la historia que corrobora la creencia secular que mantiene la Iglesia sobre el apoyo militante de San Miguel. Me refiero a la vocación guerrero-religiosa de Santa Juana de Arco en cuyo origen se encuentra precisamente nuestro Arcángel. A los 13 años la doncella de Orleans oyó por vez primera la voz de San Miguel, el cual se le seguiría manifestando con frecuencia. Poco a poco estas voces prepararon en ella ese estado de exaltación patriótica al que llegó tres años más tarde. No fue primero la exaltación que las voces. Al comienzo “las voces” no le hablaron de su misión específica, sino que, más bien se limitaron a sugerirle píos consejos (ir a la Iglesia, etc.). Luego le fueron paulatinamente revelando esa misión. Rodeado de ángeles, se le apareció Miguel: “lo veía como os veo a vosotros” (40). “El Ángel le expresó la piedad que sentía por el reino de Francia” y la necesidad de una restauración. Pero “yo soy una pobre niña, no sé subir a caballo, ni hacer la guerra”. Las voces -haciendo caso omiso de sus objeciones- le indicaron dónde encontraría la espada, una vieja espada: estaba enterrada frente al altar mayor de una antigua iglesia. “Dios lo quiere, Dios lo ordena”, insistía la voz. Hasta que al fin Juana se decidió y abrazó su nueva vocación con ardor apasionado. “Me mandan hacer la guerra para recobrar el reino de Francia”. Sus jóvenes 17 años no significaron obstáculo alguno para la lucha. En medio de una multitud de rudos soldados, guerreaba Con denuedo para obedecer la voluntad de Dios. El Ángel la fue guiando en sus campañas, e incluso la protegió durante las cruentas cargas, en las que la doncella de Orleans iba adelante, abriendo brechas. Juana de Arco es una imagen encarnada de la secular lucha que, bajo la protección de San Miguel, debe librar sin descanso la Iglesia.

Siempre San Miguel seguirá siendo Quién como Dios. Desde el fondo de los infiernos, Satanás tiembla ante este nombre que le recuerda la noble protesta con que ese radiante espíritu recibió la tentativa de rebelión de los ángeles felones. Sin cesar la Iglesia exaltará “las muchas hazañas de Miguel Arcángel quien, fuerte en el combate, logró la victoria” (41)

Nada mejor para cerrar este apartado que lo que dice San Lorenzo Justiniano en un sermón que el P. Ribadaneira incluye en su “Leyenda de Oro”, en la columna correspondiente al día 29 de septiembre: “Honremos en el Señor a nuestros ciudadanos y ayudadores fidelísimos y capitanes esforzados en nuestra milicia; y pues nos ayudan, ayudémosles nosotros para que ellos mejor nos puedan ayudar y no se pierda el fruto de sus trabajos…Y puesto caso que debemos honrar a todos los soldados del cielo, pero más particularmente al glorioso San Miguel, como a caudillo y capitán de todos, reverenciémosle por la gracia soberana, por la prerrogativa singular, por el oficio que le han encargado, por la fortaleza invencible, por la benevolencia del Señor que le crió, y por la constancia con que le sirvió en aquella tan reñida batalla que tuvo con el dragón infernal y con todos sus secuaces. Porque no sin causa la santa Iglesia le honra, porque conoce que es su particular y propio defensor, y continuo intercesor y príncipe de la corte celestial, y el que acoge y recibe en su seno con gran caridad todas las ánimas de los escogidos del Señor”.


(16) Cf. S.Cleme nte. I Corintios 39,1; Clemente de Alejandría, Stromata VI, 17; VII, 2; Orígenes In Genesim 9,3; S.B
asilio In Isaiam 10; S. Juan Crisóstomo, In Colosenses 3,3; S.Hilario, In Ps. 129,7; S. Agustín In Ps. 88,3, etc.

(17) Quizá sea también Mikael el ángel prometido por Dios para ir delante de su pueblo y conducirlo a la tierrra de Canaán; cf. Ex.23,20 ss.

(18) Cf. Semejansas en Ap. 10,5-6,12;22,11.

(19) Cuando el demonio se hincha en su soberbia, jamás llega a aparecer como algo grande, sino como un monstruo. Su color es el rojo fuego, en referencia, por un lado, al fuego del infierno, y por otro, a la sangre que el homicida está derramando desde el principio (cf. Jo. 8,44). Se nos manifiesta aquí la esencia del ser de Satanás: su ridícula aspiración por igualar a Dios en su grandeza sólo le proporciona falta de armonía.

(20) Personajes y acciones se corresponde. Eva – María (o la Iglesia), Serpiente – Dragón, Mujer y su descendencia y Dragón y su descendencia (se puede interpretar como descendencia del Dragón las dos Bestias de Ap. 13 ss.). El hijo varón del Apocalipsis corresponde al hijo Mesías del protoevangelio. Los dolores y gemidos de parto son prometidos a Eva, y los tiene la mujer del Apocalipsis; la actitud del Dragón frente a la Mujer con la intención de devorar al hijoes idéntica a la que se expresa en el texto griego de Gen. 3.15.

21) Cf. Sobre todo esto S.Birngruber, El Apocalispis de San Juan, Ed. Rialp, Madrid 1966, pp 174-181.


(22) Cf. Divo Barsotti, Meditazione sull ´Apocalisse, Ed. Queriniana, Brescia 1966, pp 178-193. El P. Castellani sostiene sin embargo, que nuestro texto no se refiere a una presunta lucha inicial, prehistórica, sino al combate parusíaco: cf. El Paokalypsis, Buenos Aires, 1963, pp.166-169 .

(23) Obras de San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, lib.II, hom.14 (34) ed. BAC, Madrid, 1958, p.716; texto citado en el nuevo Oficio del 28 de septiembre, lectio altera.

(24) Cf. También el Libr de Henoc, cap. X, 11-12: “Dijo el Señor a Miguel: Ve, encadena a Semyaza y a sus compañeros…Encadenados por 70 generaciones sobre las colinas de la tierra hasta el día de su juicio….el juicio eterno”.

(25) Para una interpretación detalada de Ap. 12, cf. LCerfaux-J, Cambier, L´Apocalypse de Saint Jean lue aux chretiens, Ed. du Cerf., Paris, 1955, pp.102-115.

(26) Santo Tomás, In Job 40, lectio III c,finem.

(27) Cf. Antífona 2da. ad I Visp. del Oficio vigente hasta la actual reforma; ibid. Antífona post 1ra. lectura del I Nocturno: “Se hizo silencio en el cielo, mientras perduraba la guerra entre el Dragón y Miguel Arcángel. Se oyó una voz de miles de millares que decía: Salud, honor y poder al omnipotente Dios…”

(28) Cf. 2da estrofa del Himno ad Officium lectionis. Puede verse también los antiguos textos del Oficio de San Miguel, que durante siglos se rezó en la “Sagra S.Michele”; en ellos se pide al Arcángel “bellator invictíssime” que venció al dragón de toda soberbia (“al dragón pésimo y a sus ángeles apóstatas”) arrojándolo a los tártaros, que lo siga repeliendo, y que con su espada de ángel devastador nos defienda de todo mal: cf. J. Lemarié, en Textes liturgiques concernant le culte de S. Michel, en Sacrtis Erudiri (XIV) 1963, pp.278-279

(29) Cf. M. García Cordero, Teología de la Biblia, Nuevo Testamento, ed. BAC, Madridad, 1972, pp. 43-44.

(30) Cf. P.Prat, La théologgie de Saint Paul, París 1930, pp.98; comentado por D.Esteban Bettencourt, La Vida que comienza con la muerte, Ed. Fundación Pérez Companc, Buenos Aires, 1973, pp. 325,327-328.

(31) Cf. M.García Cordero, Teología de la Biblia, Nuevo Testamento, ed. BAC, Madrid, 1972, p.44

32) Comm. Ad II Thes. N.46.

(33) Cf. También el Libro de Henoc cap.XX,5: “Miguel, uno de los santos ángeles, prepuestos a los mejores de entre los hombres, para la custodia del pueblo”.

(34) In Isaiam 10, mº

(35) Esta idea ya se puede encontrar en el antiguo libro de El Pastor de Hermas. En la Similitud 8,3,3 se describe un gran sauce con muchas ramas, que representa la ley de Dios promulgada al mundo entero; esa ley es el Hijo de Dios, que ha sido predicado hasta los confines de la tierra; la gente que se guarece a su abrigo son los que han oído la predicación y han creído en Él. “El ángel grande y glorioso es Miguel, que tiene potestad sobre este pueblo y lo gobierna. Porque éste es el que pone su ley en el corazón de los que creen y, por tanto, Él examina a aquellos a quienes se la dio, a ver si la han observado”: Padres Apostólicos, ed. BAC, Madrid 1965, p.1037. Es cierto que Miguel juega acá el mismo papel que el Hijo de Dios en otro lugar del Pastor. Uno de los rasgos característicos de la teología arcaica y judeo-cristiana es el empleo de categorías tomadas del vocabulario de la angeología para designar al Verbo y al Espíritu Santo. “Ángel” es uno de los nombres que se daba a Cristo hasta el siglo IV. Ya el A.T. atribuía al “Ángel de Yahvé” las manifestaciones de Dios. Los cristianos apropiaron estas teofanías al Verbo. En el Pastor, el Verbo es llamado “ángel glorioso”; cf. Visión V,1; y en Sim. VIII, 1,3 el Verbo es designado por Miguel, según toda probabilidad. Quizá esta atribución se deba al hecho de que en la tradición judía Miguel era considerado como el jefe de los arcángeles y el príncipe de todas las milicias celestiales . En el texto del Pastor que hemos traído a colación Miguel ejerce dos funciones: gobierna al pueblo y promulga la ley (en el A.T. los ángeles gobernaban al pueblo preparando el gobierno más directo del Verbo Encarnado , y habían dado la ley como ministros de Dios). Para todo esto cf. J.Danielou, Trinité et angelologie d.Sc.Rel. dans la théologie judéo-chrétienne, en Rech (XLV) 1957,5-16. Cf. También, del mismo autor, Théologie du judéo-christianisme, Tournai, 1958, pp171-177.

(36) Cf. Summ.Theol. I,113,3.c.

(37) Antífona ad Tertiam del actual Oficio. Ver también antífona ad Magnificat del Oficio en vigor hasta la última reforma..

(38) Antífona 4ª del Nocturno II del Oficio en vigor hasta la última reforma.

(39) Transcribimos sus párrafos salientes;

Oración.”Oh Príncipe gloriosísimo de la milicia celestial, san Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla contra los príncipes y potestades, contra los que rigen el mundo de las tinieblas, contra los poderes celestiales de la maldad. Ven en auxilio de los hombres a los que Dios hizo a imagen de su similitud y, por un alto precio, rescató de la tiranía del diablo. La Santa Iglesia te venera como su custodio y patrono; a ti el Señor te confió conducir las almas de los redimidos a la suprema felicidad. Suplica al Señor de la paz para que ponga a Satanás bajo nuestros pies, de modo que, en adelante, no logre mantener cautivos a los hombres y dañar a la Iglesia. Ofrece nuestras preces en presencia del Altísimo, para que pronto se nos anticipen las misericordias del Señor, y captures al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo arrojes atado al abismo, de modo que no seduzca más a las naciones”.
Exorcismo. “En nombre de Jesucristo, Dios y Señor nuestro, por intercesión de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, de San Miguel Arcángel, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos y confiados en la sagrada autoridad de nuestro ministerio, nos lanzamos Copn seguridad a repeler las embestidas del diabólico engaño…Por tanto, dragón maldito y toda tu legión diabólica, te adjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero, por Dios santo, por Dios que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito para que todo el que cree en Él no perezca sino que tenga la vida eterna; deja de engañar a las creaturas humanas, y de darles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de tenderle trampas a su libertad. Da lugar a Cristo, en quien nada encontraste de tus obras; da lugar a la Iglesia una, santa, católica y apostólica, a la que el mismo Cristo adquirió con su sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios; tiembla y huiye, ya que hemos invocado el santo y terrible nombre de Jesús, ante el cual tiemblan los infiernos, al que las Virtudes de los cielos y las Potestades y Dominaciones están sujetas; a quien Querubines y Serafines con sus voces incesantes alaban diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos…”
(40) 4ª audiencia del Proceso.

(41) Antífona 9ª de Maitines del Oficio en vigor hasta la última reforma.


Tomado de San Miguel el Arcángel de Dios - Ediciones Mikael 1976

martes, 22 de septiembre de 2009

Corona de San Miguel






CORONA ANGELICA EN HONOR DE SAN MIGUEL ARCANGEL


- Dios mío ven en mi auxilio.
- Apresúrate Señor a socorrerme
- Gloria al Padre, etc.






PRIMERA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Serafines, enciende en nuestros corazones la llama de la perfecta caridad. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.



SEGUNDA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Querubines, dígnate darnos tu gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.




TERCERA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Tronos, derrama en nuestras almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.




CUARTA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Dominaciones, daños señorío sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.




QUINTA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de Principados, infunde en nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.




SEXTA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Potestades, dígnate proteger nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.




SEPTIMA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Virtudes, no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal . Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.




OCTAVA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Arcángeles, concédenos el don de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.



NOVENA SALUTACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Ángeles, dígnate darnos la gracia de que nos custodien durante esta vida mortal y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén.

Padre nuestro – Ave María – Gloria.


Antífona. Glorioso San Miguel, caudillo y príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, familiar de la casa de Dios, nuestro admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a cuantos confiadamente recurrimos a ti y haz que mediante tu incomparable protección adelantemos todos los días en el santo servicio de Dios.

- Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.

- Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.


ORACION


Todopoderoso y Sempiterno Dios, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos y podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Por los méritos de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


lunes, 21 de septiembre de 2009

San Miguel el Arcángel de Dios (2)

San Miguel el Arcángel de Dios

Por el P. Alfredo Sáenz S.J.

I. MIKAEL, EL CONTEMPLADOR

Si recurrimos a los datos que nos ofrecen la teología y la liturgia, San Miguel se nos presenta, ante todo, como el ángel que está en la presencia de Dios, el ángel de la trascendencia, de la adoración.


1. Angel de la alabanza

En realidad todos los ángeles están dedicados a la alabanza, al canto del Trisagio eterno. Pero, al parecer, algunos de entre ellos se destacan en esta sagrada ocupación. La Tradición ha incluido ordinariamente a San Miguel en el coro de los siete ángeles que, según la Escritura, están siempre delante del Señor (cf. Tob. 12,15; Ap. 1,4; 5,6; 8,2). Mikael es presentado como Angel de la Faz, el corifeo de los que cantan la gloria de Dios.

En un antiguo Oficio Divino dedicado al Arcángel leemos: “Asiduamente estás ante el Señor, y nunca desistes de contemplar su rostro, en el que indeciblemente gozas y te sacias. Por lo que, con las beatísimas legiones de los ángeles a ti sometidos, alabas sin descanso al Rey de la gloria celestial” (8). De ahí que, como reza una antífona litúrgica “apareciste glorioso en la presencia del Señor, y el Señor te vistió de belleza” (9)

Los textos del Oficio de San Miguel exhortan a los cristianos a tomar parte en la “laudatio” del Arcángel, alternando alabanzas con los coros de los ángeles (10). Más aún, nuestra alabanza es considerada como una participación anticipada en la felicidad de los ángeles y sobre todo como una “reparación” por el alejamiento de los ángeles rebeldes, en cuanto que estamos destinados a llenar el vacío que su defección ha dejado en “la asamblea festiva” que alaba al Señor. Es el retorno de la oveja perdida al rebaño de las noventa y nueve ovejas justas al rebaño angélico. Del que Mikael es corifeo.

2. Ángel turiferario

En el marco de esta función general de alabanza, San Miguel es caracterizado como el ángel del incienso. La liturgia del Oficio le aplica aquellas palabras que se leen en Ap. 8, 2-4: “Vi siete ángeles que estaban en pie delante de Dios, a los cuales fueron dadas siete trompetas. Llegó otro ángel y púsose en pie junto al altar con un incensario de oro, y fuéronle dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono. El humo de los perfumes subió, con las oraciones de los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios (11).

Asimismo cuando se bendice el incienso en la Misa Solemne, la liturgia recurre a nuestro ángel: “Por la intercesión de San Miguel Arcángel, que está de pie a la derecha del altar del incienso y de todos sus elegidos, dígnese el Señor bendecir este incienso y recibirlo en olor de suavidad.” (12)

3. Ángel Intercesor

Mikael con el turíbulo de la alabanza en sus manos, no agota la totalidad de su misión. La liturtgia pide que, sin detrimento de su contemplación adorante en el cielo, no deje de ayudarnos a nosotros que estamos en la tierra (13). Lo llama “perpetuo interventor delante de Dios a favor nuestro, quien, sin dejar de orar, nos protege siempre” (14)

Por eso la Iglesia lo invoca como su intercesor junto a Dios. Y en el rito de la Misa de S.Pío V lo nombra especialmente cuando, en el “Yo pecador”, se hace la confesión de los pecados a Dios, a la Virgen, a los Santos y luego se ruega su intercesión (15). La Iglesia ha retomado este tema cuando, en el día de la fiesta de San Miguel, dice en la oración sobre las ofrendas: “Te ofrecemos Señor este sacrificio de alabanza y te suplicamos humildemente que sea llevado ante tu presencia por el ministerio de tus santos ángeles, y lo aceptes con bondad para que nos obtenga la salvación eterna”. Acá la intervención angélica se hace eucarística: tomar la ofrenda de la Misa y presentarla ante el Señor. Es lo mismo que se pide en aquella oración del Canon Romano que sigue a la consagración, donde se ruega a Dios que envíe a su santo ángel para que lleve hasta el altar celestial la ofrenda del altar, la ofrenda de la Iglesia que une su ofertorio al de Cristo, Víctima Suprema.

Los ángeles no agotan, pues, su cometido, en la sola adoración. Se preocupan también por la obra redentora. Acompañaron primero al Verbo que descendió al mundo para salvarlo. David había predicho (cf. Ps. 96,8; Hbr. 1,6) que la llegada del Emmanuel sería saludada por los santos ángeles y que lo adorarían humildemente en el momento en que manifestara su presencia entre los hombres, profecía que se cumplió en Belén, en los conciertos angélicos que convocaron a los pastores. Asimismo en la resurrección de Jesús intervino un ángel resplandeciente para sacar la piedra, y anunció a las mueres que el Señor había resucitado. Y al fin de la estadía de Cristo entre nosotros rodearon la nube de la Ascensión. Es decir que los ángeles tomaron parte en la obra salvadora de Cristo. Y siguen interviniendo en el tiempo de la Iglesia, especialmente intercediendo por nosotros, y de modo peculiar llevando hasta el cielo las necesidades de los hombres, sobre todo la participación de la Iglesia en el Sacrificio de Cristo. Al mismo tiempo que contemplan, sin intermitencias, el rostro de Dios, no dejan de ayudar a los hombre indigentes. Unen admirablemente la contemplación y la acción.

Vamos a considerar cómo San Miguel lo hace de manera eminente.

(8) Cf. J.Lemarié, en Textes litiurgiques concernant le culte de S. Michel, en Sacris Erudiri (XIV) 1963, 278.

(9) Cf. antífona 6a. del II Nocturno del Oficio en vigor hasta la última reforma.

(10) Cf. Himno de Laudes den Nuevo Oficio: “A Tí, Cristo esplendor del Padre, -vida y fuerza de los corazones, - en presencia de los ángeles - te cantamos con el deseo y con la voz: - entonando alternadamente – entregamos nuestras voces a la alabanza
(11) Cf. antífona post 2ª lectura del Nocturno del Oficio de San Miguel en vigor hasta la última reforma: asimismo la antífona 8va. Y la antífona 1ra. de I Vísperas; cf. también el Ofertorio de la Antigua Misa de la aparición de San Miguel el 8 de mayo.
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(12) Se piensa, sin duda, en el ángel innominado de Ap. 8,3-4. Cf. también una estrofa de la Hermosa secuencia en honor de San Miguel que se encuentra en la abadía de Saint-Gall, compuesta por el célebre monje Norker, en el siglo IX “Quo post bella –Michaelis inclyta – Nostra Deo sin accepta – Aurea super aram – Thymiamata”: “Dígnese el Señor, tras los valientes combates que Miguel debe aún sostener, aceptar nuestro incienso sobre el altar de oro.”

(13) Cf. la oración en la Misa de San Miguel, el 29 de septiembre.

(14) Cf. Oficio de San Miguel conservado en la Sagra S. Michele; lo trae J. Lemarié, en Textes Liturgiques concernant le culte de S.Michel, en Sacris Erudiri (XIV) 1963, 278-279.

(15) La Iglesia se muestra acá heredera de una larga tradición. Ya entre los judíos, el ángel Miguel era considerado como quien cada día ofrecía a Dios las almas justas sobre el altar de la Jerusalén celestial; Cf. Chagigah, 11b; Menachoth, 10ª. Y en la descripción que el Talmud ofrece de los cielos, ubica en el cuarto cielo la Jerusalén celestial y el Templo en que Miguel ofrece un sacrificio cotidiano; cf. Introducción a la Ascensión d´Isaie, Paris 1909, p. 16. El Libro de Henoc pinta un conflicto eterno entre los justos y los malvados. Los malos triunfan sobre la tierra, persiguen a los justos, los devoran. Pero es un triunfo aparente. El Señor se vengará por medio del Mesías, pero con la ayuda de los ángeles (en particular de Miguel) quienes velan sobre los buenos y transmiten sus quejas al Altísimo: “Entonces, Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel miraron de lo alto del cielo y vieron la sangre que se derramaba con abundancia sobre la tierra. Y se dijeron uno a otro: Con la voz de su clamor la tierra desolada clama hasta las puertas del cielo…Esas almas dicen: Llevad nuestra causa hasta el Altísimo”; cf. Libro de Henoc, cap. IX, 1-3, “Y sucedió que cuando Miguel estaba de pie ante el Señor de los espíritus, dijo a Rafael: “Yo no estaré a favor de ellos (de los malos) a los ojos del Señor, porque el Señor de los espíritus se ha irritado contra ellos, pues obraron como si ellos fueran el Señor”; ib. Cap.68,4 Miguel aparece así, como un intermediario entre Dios y los hombres, ofreciendo al Señor las oraciones de los justos.
Tomado de San Miguel el Arcángel de Dios, Ediciones Mikael, 1976