San Miguel el Arcángel de Dios
Por el P. Alfredo Sáenz S.J.
II. MIKAEL, EL GUERRERO
Uno de los aspectos más relevantes de la personalidad del Arcángel es su incansable militancia a favor de Dios y de las cosas de Dios. Su grito inicial: Quis ut Deus, Quién como Dios, impregna todo el sentido de su quehacer. Analicemos los textos de la Escritura que aluden a esta faceta de San Miguel.
1. Mikael en la visión de Daniel
En el capítulo 10 del libro de Daniel encontramos una importante mención del Arcángel. En el año tercero de Ciro, rey de Persia, Daniel recibió una revelación. Se hallaba éste a orillas del río Tigris cuando se le apareció un varón vestido de lino y ceñido con un cinturón de oro puro. Su rostro resplandecía como el relámpago, sus ojos eran como brasas de fuego, y el sonido de su voz era como rumor de muchedumbre (cf. Dan. 10, 1-6).
El personaje había venido para anunciarle la próxima liberación del pueblo elegido. “Pero -agregó- el jefe del reino de Persia se me opuso veintiún días, mas Miguel, uno de los jefes supremos, vino en mi ayuda, y yo prevalecí allí sobre los reyes de Persia. Vengo ahora para darte a conocer lo que sucederá a tu pueblo en los tiempos venideros, pues a estos tiempos se refiere la visión (Dan. 10, 13,14) Y concluyó: “Tengo que volverme luego a luchar con el jefe de Persia y, saliendo yo, vendrá el jefe de Grecia…Nadie me ayuda contra ellos, si no es Miguel, vuestro jefe” (ib. 20-21).
Dos capítulos más adelante, hablando el mismo personaje sobre la liberación final de Israel, profetizó: “Entonces se alzará Miguel, el gran jefe, el defensor de los hijos de tu pueblo, y será un tiempo de angustia, tal como no lo hubo desde que existen las naciones hasta ese día. Entonces se salvarán los que de tu pueblo estén escritos en el libro. Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la eterna vida, otros para la eterna vergüenza y confusión.” (Dan. 12, 1-2).
Hagamos un breve análisis de estos diferentes textos.
- En ellos se atribuye un jefe al reino de Persia, al reino de Grecia, y al pueblo de Israel. No parece que estos jefes sean hombres puesto que, por una arte, el jefe del reino de Persia es distinto de los reyes de Persia, y por otra, Israel nunca tuvo por jefe temporal a ningún hombre con el nombre de Miguel. Lo que pretenden que “el jefe del reino de Persia” es Ciro, olvidan que ese príncipe no fue un jefe sino un rey, título que el profeta no deja de darle cuando a él se refiere (cf. Dan. 1,21; 10,1). Los Padres casi unánimemente ven en estos jefes de los Persas, de los Griegos y de los Israelitas a ángeles encargados de velar sobre sus respectivos pueblos
(16)- Mikael es llamado sucesivamente “uno de los jefes supremos”, luego “vuestro jefe”, en relación con el pueblo al cual pertenece Daniel, y finalmente “el gran jefe” desde el punto de vista de la protección de Israel. De lo cual se desprende que ocupa un rango elevado en la jerarquía de los ángeles y que fue especialmente encargado por Dios para cuidar del pueblo elegido
(17) Hay que agregar, sin embargo, que a los ojos de los judíos, el título de “jefe” atribuido a Miguel en nada obstaba a que Dios fuese considerado como Señor supremo y protector inmediato de Israel (cf. Eccle. 17, 14-15).
- El texto de Daniel muestra que los ángeles prepuestos a las naciones ejercen activamente su ministerio. El ángel de Persia se opone durante veintiún días a un designio cuya ejecución parece deseable. Este designo no puede ser otro que la liberación del pueblo elegido, anunciada en esta visión del profeta. El ángel Miguel es el único que defiende el plan de Dios.
- Finalmente el contenido y contexto de todo el capítulo 12 es escatológico. Se habla claramente del “fin” (v.6), del “tiempo venidero” (vv.4.9), del “tiempo de abolición del sacrificio perpetuo y del tiempo de la abominación de la desolación” (v.11), en el cual “un gran número errará y la iniquidad se acrecentará” (v.4)
(18)2. Mikael en la visión del Apocalipsis
La segunda imagen “guerrera” de Mikael nos la ofrece el capítulo 12 del Apocalipsis.
“1. Apareció en el cielo una señal grande, una Mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, 2 y estando encinta, gritaba con dolores de parto y ansias de dar a luz. 3. Apareció en el cielo otra señal, y ví a un gran Dragón de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas. 4 Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo y los arrojó a la tierra. Se paró el Dragón delante de la Mujer que estaba a punto de dar a luz, para tragarse a su hijo en cuanto lo diese a luz. 5 Dio luz un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro, pero el Hijo fue arrebatado a Dios y a su trono. 6 La mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar preparado por Dios, para que allí la alimentasen durante 1260 días.
7 Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el Dragón, 8 y peleó el Dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. 9 Fue arrojado el Dragón grande, la antigua Serpiente, el Diablo o Satanás, como se lo llama, el seductor de todo el mundo, y fue precipitado en la tierra, y sus Ángeles fueron precipitados con él. 10 Oí una gran voz en el cielo que decía: ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche. 11 Pero ellos le han vencido por la sangre del Cordero y por la palabra de su martirio, y menospreciaron su vida hasta morir. 12 Por eso, regocijaos, cielos y todos los que morís en ellos. ¡ Ay de la tierra y del mar! , porque descendió allí el diablo animado de un gran furor, por cuanto poco tiempo le queda…17 Se enfureció el Dragón contra la Mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.
Era conveniente citar “in extenso” este importante texto para ubicar mejor la acción de Mikael en su contexto.
- Se habla ante todo de una Mujer. Es María, según algunos autores, que da a luz al enemigo moral del Dragón. Es la Iglesia, según otros, la primera creatura en la intención del Creador; vestida de sol, porque la Iglesia es como el reflejo de Dios, revestida de gloria divina; rodeada de doce estrellas: las doce tribus, los doce apóstoles, sufre dolores de parto.
-Frente a ella, el Dragón, que asecha al Hijo recién nacido, el Mesías, destinado a apacentar a las naciones, con la intención de devorarlo. Pero el Mesías, después de su Resurrección, es llevado al cielo. Y la Mujer -la Iglesia- huye al desierto. El Dragón de nuestro texto no es otro que la “antigua serpiente” del paraíso, caracterizado con rasgos repugnantes
(19). Las estrellas que barre del cielo son los ángeles que arrastró consigo en su caída. La lucha apocalíptica entre la Mujer y el Dragón recuerda el episodio primordial del Génesis
(20).
- En tercer lugar aparece Mikael el cual libra una batalla victoriosa contra el Dragón. Satanás se había dirigido primero contra Cristo. Mikael interfiere, enfrentándose con Satanás, el seductor de todo el mundo, “el que acusaba delante de Dios” (se alude a Job 1,6 ss.) “Hubo una batalla en el cielo”. Este combate representa el antagonismo perpetuo entre los ángeles buenos y los ángeles malos. Tal antagonismo siempre actual data del comienzo; en un momento dado hubo una escisión en el cielo. Y los ángeles malos fueron precipitados de las alturas, perdiendo su puesto espiritual junto a Dios. Gracias a la Redención, Satanás fue radicalmente derrocado como “príncipe del mundo” (cf. Jo. 12,31) Por eso Cristo, al ser informado de los primeros éxitos obtenidos por sus apóstoles, exclamó: “Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc. 10,18). En nuestro texto los cielos ven la caída de los ángeles como terminada; por eso se canta desde ya el himno de triunfo; “Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo”. Es también el himno de los mártires, que en Cristo han vencido a Satanás. Sin embargo al Dragón se le concede un corto plazo, en el cual se ensañará más y más con la Iglesia, con los miembros de Cristo.
(21)Esta batalla campal se despliega, pues, en tres momentos, uno de ellos en el cielo y los otros dos en la tierra. En el cielo: la batalla termina con la derrota del Dragón por intervención de Mikael; en la tierra: persecución de la Mujer, sin alcanzarla, y persecución contra la descendencia de la Mujer, es decir, los fieles de todos los siglos. El Apóstol muestra que la culminación de esta tercera fase no será diferente del desenlace de las dos primeras. El Dragón, será vencido. De esta manera la visión del capítulo 12 fija el conflicto en el tiempo presente, pero relacionándolo con el combate de siempre. Como si el tiempo careciera de espesor. De la lucha inicial entre los ángeles, que precede indudablemente el curso de la historia humana, se pasa sin transición al último combate; más aún, el mismo acto parece ser simultáneamente el combate del comienzo y el combate del fin. El pecado del demonio es siempre el mismo, un pecado contra el Verbo encarnado y la Iglesia. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
(22)El hecho es que nuestro héroe, Mikael, cumple un papel principal a lo largo de esa siempre retomada lucha cósmica. Frente al reiterado Non serviam demoníaco opone su incesante Quis ut Deus.
En una de sus homilías escribe sobre él San Gregorio: “Cuántas veces se obra algo de un poder maravilloso, se ve que es enviado San Miguel para que por la obra y por el nombre se dé a entender que nadie puede hacer lo que puede hacer Dios. Por eso a aquel antiguo enemigo que aspiró, en su soberbia, a ser semejante a Dios, diciendo: Escalaré el cielo; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono; me sentaré sobre el monte del testamento al lado del septentrión. Sobrepujaré la altura de las nubes; semejante será al Altísimo (cf. Is. 14, 13.14); cuando al fin del mundo, para que perezca en el definitivo suplicio, será dejado en su propio poder, preséntasele como que ha de pelear con el arcángel San Miguel, según se dice por S.Juan : Trabose una batalla con el Arcángel San Miguel (Ap. 12,9), para que aquel que se había engreído, soberbio, hasta hacerse semejante a Dios, aprenda, derrocado por San Miguel, que nadie debe levantarse soberbio hasta hacerse semejante a Dios
(23)Vence, pues, Mikael. Satanás es derrotado. Y “no fue hallado el lugar del Dragón en el cielo”; lo cual concuerda con el “encadenamiento de Satanás” de que se habla en el mismo Apocalipsis
(24). “Fue precipitado”. No está ya en la esfera celeste, junto a Dios. Esta visión fusiona las derrotas sucesivas del demonio y de sus malos ángeles: la del comienzo de la creación, cuando los rebeldes fueron privados de la visión de Dios, y la del fin de los tiempos, que sellará su condición terminal. Entre estas dos derrotas resta una alternancia misteriosa de etapas de poder y de impotencia
(25) .Pero Mikael tendrá la última palabra. Como escribe Santo Tomás “La esperanza que el diablo tiene en lo que toca a la subversión de los santos, se verá frustrada: y en el día del juicio, él, con todos sus secuaces, a la vista de los santos, será precipitado en el infierno”
(26)La liturgia al conmemorar la fiesta de San Miguel hace suya esta visión del Apocalipsis, citando con frecuencia los distintos versículos del capítulo 12
(27), y llama al Arcángel, “príncipe invicto de la cohorte celestial”
(28)
3. Mikael en II Tesalonicenses
En la epístola a los Tesalonicenses hay un texto que ha sido interpretado por algunos exégetas a favor de San Miguel. Hablando el Apóstol de la Parusía de Jesús al fin de los tiempos, dice: “Que nadie os engañe en modo alguno, porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo…Y ahora sabéis qué eslo que le retiene hasta que llegue el tiempo de manifestarse. Porque el misterio de iniquidad está ya en acción; sólo falta que el que le retiene sea apartado del medio. Entonces se manifestará al inicuo, a quien el señor Jesús matará con el aliento de su boca, destruyéndole con la manifestación de su venida.” (II Tes. 2, 3-4. 6-8) .
Es difícil determinar lo que significa la frase “el misterio de iniquidad está ya en acción”. Parece tratarse de la obra satánica en sus diversas manifestaciones conforme a Ef. 2, 1-2. Este misterio de iniquidad no se reduce tan solo a una fuerza individualizada a un anticristo concreto, sino que, conforme a la literatura apocalíptica, abarca más bien lo colectivo y lo individual. Así en I Jo. 2,18 se dice: “Vosotros habéis oído que va a venir un anticristo; pues yo os digo que ya ahora han aparecido muchos anticristos, por lo cual conocemos que ésta es la hora postrera”, y más concretamente en 2 Jo. 7: “Muchos impostores han surgido en el mundo: los que no confiesan que Jesucristo ha venido en la carne; éste es el impostor y el anticristo”. El Anticristo es, pues, la síntesis de todos los falsos doctores que, a lo largo de la historia, adulteran el evangelio. Lo cual no excluye que al fin de los tiempos el Maligno logre expresarse de manera suprema en la actividad de un hombre que sería como la “encarnación” de Satanás.
Frente a este “mysterium iniquitatis”, dirigido por Satanás y encarnado por el Anticristo, se levanta algo que frena o retiene (katéjon) su plena manifestación. Para que el “inicuo” entre públicamente en escena, es menester que un “obstáculo” sea previamente apartado. Se habla de lo que retiene (vers. 6: to katéjon, neutro) y el que retiene (ver. 7: ho katéjon, masculino). ¿Trátase de algo colectivo o de un individuo particular? Varias son las hipótesis que se han adelantado y cuya presentación excedería nuestro intento
(29).
Expongamos, sin embargo, una de las posibles interpretaciones que pertenece al P. Prat. Según este autor, el pensamiento de San Pablo debe ser interpretado según las categorías de la escatología judeo-cristiana. Con Daniel en el Antiguo Testamento, y San Juan en el Apocalipsis, San Pablo describe acá una lucha entre el Bien y el Mal cuyo teatro principal es el mundo invisible y celestial, pero que tiene tam,bién su repercusión en la tierra. . Hemos visto ya cómo en el texto citado del Apocalipsis el Dragón era asimilado a la antigua Serpiente, a Satanás, el Seductor de toda la tierra, el Perseguidor, frente al cual y a su milicia demoníaca se presentaba otro personaje, San Miguel, quien, al frente de los ángeles buenos, derrotaba a la legión enemiga. En el texto de Daniel que comentáramos anteriormente, San Miguel aparecía también como jefe y tutor del pueblo de Dios, abrazando la causa de la nación santa, principalmente en una época de gran tribulación, previa a resurrección de los muertos. Además, como ya dijimos, la tradición judaica, en sus apócrifos, siempre atribuyó a a San Miguel la defensa del pueblo de Dios. Y si todo esto es así ¿por qué no admitir que en el texto de Tesalonicenses compartía San Pablo tales conceptos? Según él, el Inicuo logra realizar prodigios y seducir porque, en última instancia, es Satanás quien le comunica su poder. La iniquidad de este mundo es presentada como repercusión de la iniquidad del mundo invisible. No parece, pues, fuera de propósito que el Apóstol haya señalado como aliado de la Iglesia a un tutor invisible: el Obstáculo que el Maligno encontraría a lo largo de los siglos sería, pues, un poder angélico, el Arcángel San Miguel (obstáculo masculino: ho katéjon) y su ejército de espíritus buenos (obstáculo neutro: to katéjon)
(30).
De modo que el Arcángel, el mismo que luchó contra el “príncipe de Grecia” y el “Príncipe de Persia” (personificación de los poderes gentílicos históricos que se oponen a la implantación del “reino de los santos”, según Daniel), y que combate sin cesar contra “el Dragón (como aparece en el Apocalípsis), sería también el que retiene o “contiene”, con una fuerza sobrenatural superior, la manifestación total del enemigo
(31)Un último dato. Allí donde nuestro texto dice: “Entonces se manifestará el inicuo a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca”, comenta Santo Tomás: “lo matará “con el aliento de su boca”, esto es, por mandato suyo, porque Mikael lo matará en el monte de los Olivos, desde donde Cristo ascendió a los cielos: así como Juliano fue aniquilado por la mano de Dios”
(32)4. Mikael, custodio de la Iglesia militante
El profeta Daniel fue el primero que, en el texto más arriba incluido, atribuyó a los ángeles la custodia de las naciones, y a Miguel en particular, la guardia del pueblo elegido
(33). Santo Tomás lo enseña con toda claridad: “Al ángel Miguel le fue encomendado el pueblo judío”
(34). Y como la Iglesia -nuevo pueblo elegido- ha sucedido al pueblo de Israel, es natural que Mikael haya pasado a ser el patrono de la Iglesia
(35). Santo Tomás hace suya esta idea al tratar de los ángeles custodios. Allí enseña que la custodia personal es confiada a los ángeles menores. Pero hay también una custodia general. Mientras más importante es un agente, su oficio es más universal. De ahí que al Arcángel, príncipe de los ángeles, se le confíe una misión de alcance más universal
(36).
La liturgia -que convierte en oración la doctrina de la Iglesia- expresa en sus textos esta peculiar custodia del Arcángel. “He aquí que Miguel, uno de los príncipes principales, vino en mi ayuda”, canta en una de sus antífonas del Oficio
(37). Y lo invoca principalmente como Patrono de la Iglesia militante en su lucha contra el enemigo infernal. “Miguel Arcángel -rezaba el Oficio- ven en ayuida del pueblo de Dios
(38) . En las Preces de Laudes del actual Oficio se ruega a Dios que envíe a Miguel, gran príncipe, en ayuda de su pueblo, para que lo defienda en la lucha contra Satanás y sus ángeles. Asimismo el Ritual Romano conoce un rito de bendición e imposición del escapulario de San Miguel Arcángel en el que pide a Dios se digne defender a su Iglesia contra las insidias diabólicas por medio de San Miguel, de al modo que los que reciban ese escapulario, fortalecidos con el auxilio del Arcángel, sean capaces de superar a los enemigos del alma y del cuerpo en esta vida y en el trance de la muerte. El mismo Ritual incluye un vibrante exorcismo contra Satanás y los ángeles apóstatas, en el que Mikael ocupa un lugar sobresaliente
(39). Este texto deprecatorio-impetratorio constituye la expresión ritual de lo que caracteriza una de las acciones más importantes de la Iglesia: la lucha contra Satanás en cada alma y en todos los espacios y los tiempos. Mientras prosiga la lucha de la Iglesia -que no puede abdicar de su esencial militancia- la guardia de San Miguel no se desvanecerá.
Hay un hecho en la historia que corrobora la creencia secular que mantiene la Iglesia sobre el apoyo militante de San Miguel. Me refiero a la vocación guerrero-religiosa de Santa Juana de Arco en cuyo origen se encuentra precisamente nuestro Arcángel. A los 13 años la doncella de Orleans oyó por vez primera la voz de San Miguel, el cual se le seguiría manifestando con frecuencia. Poco a poco estas voces prepararon en ella ese estado de exaltación patriótica al que llegó tres años más tarde. No fue primero la exaltación que las voces. Al comienzo “las voces” no le hablaron de su misión específica, sino que, más bien se limitaron a sugerirle píos consejos (ir a la Iglesia, etc.). Luego le fueron paulatinamente revelando esa misión. Rodeado de ángeles, se le apareció Miguel: “lo veía como os veo a vosotros”
(40). “El Ángel le expresó la piedad que sentía por el reino de Francia” y la necesidad de una restauración. Pero “yo soy una pobre niña, no sé subir a caballo, ni hacer la guerra”. Las voces -haciendo caso omiso de sus objeciones- le indicaron dónde encontraría la espada, una vieja espada: estaba enterrada frente al altar mayor de una antigua iglesia. “Dios lo quiere, Dios lo ordena”, insistía la voz. Hasta que al fin Juana se decidió y abrazó su nueva vocación con ardor apasionado. “Me mandan hacer la guerra para recobrar el reino de Francia”. Sus jóvenes 17 años no significaron obstáculo alguno para la lucha. En medio de una multitud de rudos soldados, guerreaba Con denuedo para obedecer la voluntad de Dios. El Ángel la fue guiando en sus campañas, e incluso la protegió durante las cruentas cargas, en las que la doncella de Orleans iba adelante, abriendo brechas. Juana de Arco es una imagen encarnada de la secular lucha que, bajo la protección de San Miguel, debe librar sin descanso la Iglesia.
Siempre San Miguel seguirá siendo Quién como Dios. Desde el fondo de los infiernos, Satanás tiembla ante este nombre que le recuerda la noble protesta con que ese radiante espíritu recibió la tentativa de rebelión de los ángeles felones. Sin cesar la Iglesia exaltará “las muchas hazañas de Miguel Arcángel quien, fuerte en el combate, logró la victoria”
(41)Nada mejor para cerrar este apartado que lo que dice San Lorenzo Justiniano en un sermón que el P. Ribadaneira incluye en su “Leyenda de Oro”, en la columna correspondiente al día 29 de septiembre: “Honremos en el Señor a nuestros ciudadanos y ayudadores fidelísimos y capitanes esforzados en nuestra milicia; y pues nos ayudan, ayudémosles nosotros para que ellos mejor nos puedan ayudar y no se pierda el fruto de sus trabajos…Y puesto caso que debemos honrar a todos los soldados del cielo, pero más particularmente al glorioso San Miguel, como a caudillo y capitán de todos, reverenciémosle por la gracia soberana, por la prerrogativa singular, por el oficio que le han encargado, por la fortaleza invencible, por la benevolencia del Señor que le crió, y por la constancia con que le sirvió en aquella tan reñida batalla que tuvo con el dragón infernal y con todos sus secuaces. Porque no sin causa la santa Iglesia le honra, porque conoce que es su particular y propio defensor, y continuo intercesor y príncipe de la corte celestial, y el que acoge y recibe en su seno con gran caridad todas las ánimas de los escogidos del Señor”.
(16) Cf. S.Cleme nte. I Corintios 39,1; Clemente de Alejandría, Stromata VI, 17; VII, 2; Orígenes In Genesim 9,3; S.B
asilio In Isaiam 10; S. Juan Crisóstomo, In Colosenses 3,3; S.Hilario, In Ps. 129,7; S. Agustín In Ps. 88,3, etc.
(17) Quizá sea también Mikael el ángel prometido por Dios para ir delante de su pueblo y conducirlo a la tierrra de Canaán; cf. Ex.23,20 ss.
(18) Cf. Semejansas en Ap. 10,5-6,12;22,11.
(19) Cuando el demonio se hincha en su soberbia, jamás llega a aparecer como algo grande, sino como un monstruo. Su color es el rojo fuego, en referencia, por un lado, al fuego del infierno, y por otro, a la sangre que el homicida está derramando desde el principio (cf. Jo. 8,44). Se nos manifiesta aquí la esencia del ser de Satanás: su ridícula aspiración por igualar a Dios en su grandeza sólo le proporciona falta de armonía.
(20) Personajes y acciones se corresponde. Eva – María (o la Iglesia), Serpiente – Dragón, Mujer y su descendencia y Dragón y su descendencia (se puede interpretar como descendencia del Dragón las dos Bestias de Ap. 13 ss.). El hijo varón del Apocalipsis corresponde al hijo Mesías del protoevangelio. Los dolores y gemidos de parto son prometidos a Eva, y los tiene la mujer del Apocalipsis; la actitud del Dragón frente a la Mujer con la intención de devorar al hijoes idéntica a la que se expresa en el texto griego de Gen. 3.15.
21) Cf. Sobre todo esto S.Birngruber, El Apocalispis de San Juan, Ed. Rialp, Madrid 1966, pp 174-181.
(22) Cf. Divo Barsotti, Meditazione sull ´Apocalisse, Ed. Queriniana, Brescia 1966, pp 178-193. El P. Castellani sostiene sin embargo, que nuestro texto no se refiere a una presunta lucha inicial, prehistórica, sino al combate parusíaco: cf. El Paokalypsis, Buenos Aires, 1963, pp.166-169 .
(23) Obras de San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, lib.II, hom.14 (34) ed. BAC, Madrid, 1958, p.716; texto citado en el nuevo Oficio del 28 de septiembre, lectio altera.
(24) Cf. También el Libr de Henoc, cap. X, 11-12: “Dijo el Señor a Miguel: Ve, encadena a Semyaza y a sus compañeros…Encadenados por 70 generaciones sobre las colinas de la tierra hasta el día de su juicio….el juicio eterno”.
(25) Para una interpretación detalada de Ap. 12, cf. LCerfaux-J, Cambier, L´Apocalypse de Saint Jean lue aux chretiens, Ed. du Cerf., Paris, 1955, pp.102-115.
(26) Santo Tomás, In Job 40, lectio III c,finem.
(27) Cf. Antífona 2da. ad I Visp. del Oficio vigente hasta la actual reforma; ibid. Antífona post 1ra. lectura del I Nocturno: “Se hizo silencio en el cielo, mientras perduraba la guerra entre el Dragón y Miguel Arcángel. Se oyó una voz de miles de millares que decía: Salud, honor y poder al omnipotente Dios…”
(28) Cf. 2da estrofa del Himno ad Officium lectionis. Puede verse también los antiguos textos del Oficio de San Miguel, que durante siglos se rezó en la “Sagra S.Michele”; en ellos se pide al Arcángel “bellator invictíssime” que venció al dragón de toda soberbia (“al dragón pésimo y a sus ángeles apóstatas”) arrojándolo a los tártaros, que lo siga repeliendo, y que con su espada de ángel devastador nos defienda de todo mal: cf. J. Lemarié, en Textes liturgiques concernant le culte de S. Michel, en Sacrtis Erudiri (XIV) 1963, pp.278-279
(29) Cf. M. García Cordero, Teología de la Biblia, Nuevo Testamento, ed. BAC, Madridad, 1972, pp. 43-44.
(30) Cf. P.Prat, La théologgie de Saint Paul, París 1930, pp.98; comentado por D.Esteban Bettencourt, La Vida que comienza con la muerte, Ed. Fundación Pérez Companc, Buenos Aires, 1973, pp. 325,327-328.
(31) Cf. M.García Cordero, Teología de la Biblia, Nuevo Testamento, ed. BAC, Madrid, 1972, p.44
32) Comm. Ad II Thes. N.46.
(33) Cf. También el Libro de Henoc cap.XX,5: “Miguel, uno de los santos ángeles, prepuestos a los mejores de entre los hombres, para la custodia del pueblo”.
(34) In Isaiam 10, mº
(35) Esta idea ya se puede encontrar en el antiguo libro de El Pastor de Hermas. En la Similitud 8,3,3 se describe un gran sauce con muchas ramas, que representa la ley de Dios promulgada al mundo entero; esa ley es el Hijo de Dios, que ha sido predicado hasta los confines de la tierra; la gente que se guarece a su abrigo son los que han oído la predicación y han creído en Él. “El ángel grande y glorioso es Miguel, que tiene potestad sobre este pueblo y lo gobierna. Porque éste es el que pone su ley en el corazón de los que creen y, por tanto, Él examina a aquellos a quienes se la dio, a ver si la han observado”: Padres Apostólicos, ed. BAC, Madrid 1965, p.1037. Es cierto que Miguel juega acá el mismo papel que el Hijo de Dios en otro lugar del Pastor. Uno de los rasgos característicos de la teología arcaica y judeo-cristiana es el empleo de categorías tomadas del vocabulario de la angeología para designar al Verbo y al Espíritu Santo. “Ángel” es uno de los nombres que se daba a Cristo hasta el siglo IV. Ya el A.T. atribuía al “Ángel de Yahvé” las manifestaciones de Dios. Los cristianos apropiaron estas teofanías al Verbo. En el Pastor, el Verbo es llamado “ángel glorioso”; cf. Visión V,1; y en Sim. VIII, 1,3 el Verbo es designado por Miguel, según toda probabilidad. Quizá esta atribución se deba al hecho de que en la tradición judía Miguel era considerado como el jefe de los arcángeles y el príncipe de todas las milicias celestiales . En el texto del Pastor que hemos traído a colación Miguel ejerce dos funciones: gobierna al pueblo y promulga la ley (en el A.T. los ángeles gobernaban al pueblo preparando el gobierno más directo del Verbo Encarnado , y habían dado la ley como ministros de Dios). Para todo esto cf. J.Danielou, Trinité et angelologie d.Sc.Rel. dans la théologie judéo-chrétienne, en Rech (XLV) 1957,5-16. Cf. También, del mismo autor, Théologie du judéo-christianisme, Tournai, 1958, pp171-177.
(36) Cf. Summ.Theol. I,113,3.c.
(37) Antífona ad Tertiam del actual Oficio. Ver también antífona ad Magnificat del Oficio en vigor hasta la última reforma..
(38) Antífona 4ª del Nocturno II del Oficio en vigor hasta la última reforma.
(39) Transcribimos sus párrafos salientes;
Oración.”Oh Príncipe gloriosísimo de la milicia celestial, san Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla contra los príncipes y potestades, contra los que rigen el mundo de las tinieblas, contra los poderes celestiales de la maldad. Ven en auxilio de los hombres a los que Dios hizo a imagen de su similitud y, por un alto precio, rescató de la tiranía del diablo. La Santa Iglesia te venera como su custodio y patrono; a ti el Señor te confió conducir las almas de los redimidos a la suprema felicidad. Suplica al Señor de la paz para que ponga a Satanás bajo nuestros pies, de modo que, en adelante, no logre mantener cautivos a los hombres y dañar a la Iglesia. Ofrece nuestras preces en presencia del Altísimo, para que pronto se nos anticipen las misericordias del Señor, y captures al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo arrojes atado al abismo, de modo que no seduzca más a las naciones”.
Exorcismo. “En nombre de Jesucristo, Dios y Señor nuestro, por intercesión de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, de San Miguel Arcángel, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos y confiados en la sagrada autoridad de nuestro ministerio, nos lanzamos Copn seguridad a repeler las embestidas del diabólico engaño…Por tanto, dragón maldito y toda tu legión diabólica, te adjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero, por Dios santo, por Dios que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito para que todo el que cree en Él no perezca sino que tenga la vida eterna; deja de engañar a las creaturas humanas, y de darles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de tenderle trampas a su libertad. Da lugar a Cristo, en quien nada encontraste de tus obras; da lugar a la Iglesia una, santa, católica y apostólica, a la que el mismo Cristo adquirió con su sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios; tiembla y huiye, ya que hemos invocado el santo y terrible nombre de Jesús, ante el cual tiemblan los infiernos, al que las Virtudes de los cielos y las Potestades y Dominaciones están sujetas; a quien Querubines y Serafines con sus voces incesantes alaban diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos…”
(40) 4ª audiencia del Proceso.
(41) Antífona 9ª de Maitines del Oficio en vigor hasta la última reforma. Tomado de San Miguel el Arcángel de Dios - Ediciones Mikael 1976