jueves, 24 de septiembre de 2009

San Miguel el Arcángel de Dios (4)




San Miguel el Arcangel de Dios

Por el P. Alfredo Sáenz S.J.

III. MIKAEL, EL PSICOPOMPO

La tradición nos ofrece un tercer rasgo de la figura del Arcángel. San Miguel es llamado psicopompo, o sea conductor de las almas después de la muerte.


Siempre la Iglesia consideró el trance de la muerte como el momento de una dramática “agonía” es decir, de una lucha terrible con Satanás. “Nosotros debemos procurar y pensar con grandes lamentos cuán rabioso y terrible nos asaltará en el día de nuestra muerte el príncipe de este mundo -decía San Gregorio en una de sus homilías- , nos asaltará reclamando sus obras en nosotros, pues que acudió a Dios que moría en la carne, y hasta buscó algo en él (alude a Is. 14,30), en quien nada suyo pudo hallar…¿Qué diremos al enemigo que reclama y que halla en nosotros muchas cosas suyas sino solamente que tenemos un refugio seguro y una firme esperanza, porque nos hemos hecho una misma cosa con Aquél en quien el príncipe de este mundo también reclamó algo suyo, pero nada pudo hallar, porque sólo Él está libre entre los muertos (cf. Ps. 87,5), y que ya hemos sido librados del pecado con una verdadera libertad, porque estamos unidos a Aquél que es verdaderamente libre? (42)

En el momento de la muerte, Cristo y Satanás se disputan, por aís decir, el alma del que muere. Es un aspecto de la lucha cósmica entre Dios y el demonio, que se particulariza en cada hombre. Y así como la Iglesia asigna a Mikael un papel tan preponderante en la batalla universal, también se lo asigna en esta microlucha que es la muerte de cada cristiano. Siempre que Satanás lucha contra Dios, allí Mikael se hace presente para gritar: ¿Quis ut Deus?


I. En los Apócrifos

Resulta llamativo el cúmulo de referencias que sobre este tema se encuentra en los libros apócrifos pre y post cristianos. Esos libros nos describen cómo el ángel Miguel libra a las almas de los justos que mueren y los conduce a la gloria celestial (43).

Es interesante advertir que los libros apócrifos ponen esta misión de San Miguel en relación ante todo con el mismo Jesucristo al que aparece acompañado enseguida de su muerte en el misterio de su descenso a los infiernos, considerado como una travesía por zonas tenebrosas al mismo tiempo que como el comienzo de la aplicación de la obra redentora. Citemos un curioso texto de esa literatura:

“Mientras así apostrofaba el Infierno a Satanás, extendió su diestra el Rey de la gloria y con ella tomó y levantó al primer padre Adán. Después se volvió hacia los demás y les dijo: Venid aquí conmigo todos los que fuisteis heridos de muerte por el madero que éste tocó, pues he aquí que yo os resucito a todos por el madero de la cruz. Y con esto sacó a todos afuera. Y el primer padre Adán apareció rebosante de gozo….Después que ellos hubieron hablado así, bendijo el Salvador a Adán en la frente con la señal de la cruz. Luego hizo lo mismo con los patriarcas, profetas, mártires y progenitores. Y a continuación les tomó a todos y dio un salto desde el Infierno. Él caminaba, le seguían los santos padres cantando y diciendo: Bendito el que viene en nombre del Señor….Iba, pues, camino del paraíso teniendo asido de la mano al primer padre, a Adán. Y al llegar hizo entrega de él, así como también a los demás justos, al arcángel Miguel…

“Mientras éstos se expresaban así, vino otro hombre de apariencia humilde, que llevaba además sobre sus hombros una cruz. Dijéronle los santos padres: ¿Quién eres tú, que tienes aspecto de ladrón, y qué esa cruz que llevas sobre tus hombros? El respondió: Yo, según decís, era ladrón y salteador en el mundo, y por eso me detuvieron los judíos y me entregaron a la muerte de cruz juntamente con nuestro Señor Jesucristo. Y mientras estaba Él pendiente de la cruz, al ver los prodigios que se realizaban. Creí en Él y le rogué, diciendo: Señor, cuando reinares, no te olvides de mí. Y Él me dijo enseguida: De verdad, de verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso. He venido, pues, con mi cruz a cuestas hasta el paraíso y, encontrando al arcángel Miguel, le he dicho: nuestro Señor Jesús, el que fue crucificado, me ha enviado aquí; llévame, pues, a la puerta del Edén. Después me dijo el arcángel: Espera un momento, pues viene también el primer padre de la raza humana, Adán, en compañía de los justos, para que entren también ellos dentro. Y ahora, al veros a vosotros, ha salido a vuestro encuentro.” (46)
Asimismo los Apócrifos nos describen a Mikael acompañando a María en el momento de su tránsito. Transcribimos un texto a modo de ejemplo:

“María entonces se levantó, salió fuera, elevó sus manos e hizo oración al Señor. Terminada ésta, entró de nuevo y se tendió sobre el lecho. Pedro se sentó a su cabecera y Juan a sus pies, mientras los demás apóstoles rodeaban la cama…Y he aquí que (de repente) se presenta el el Señor sobre las nubes con una multitud sin número de ángeles. Y Jesús en persona, acompañado de Miguel, entró en la cámara donde estaba María, mientras que los ángeles y los que por fuera rodeaban la estancia cantaban himnos. Y, al entrar, encontró el Salvador a los apóstoles en torno a María y saludó a todos. Después saludó a su madre. María entonces abrió su boca y dio gracias con estas palabras: “Te bendigo porque no me has desairado en lo que se refiere a tu promesa. Pues me diste palabra reiteradamente de no encargara los ángeles que vinieran por mi alma, sino venir tú (en persona) por ella. Y todo se ha cumplido en mí, Señor, conforme a tu ofrecimiento. ¿Quién soy yo, pobrecita de mí, pata haberme hecho digna de tan gran gloria? Y, al decir éstas palabra llenó su cometido, mientras su cuerpo sonreía al Señor. Mas Él tomó su alma y la puso en mano de Miguel, no sin haberla envuelto en unos como velos, cuyo resplandor es imposible describir” (45)

Lo mismo sucede cuando relatan la muerte de San José:

“Si es que se han cumplido ya los días de vida que me has dado en este mundo -reza José-, te ruego, Señor Dios, que envíes al arcángel Miguel para que esté a mi lado hasta que mi desdichada alma salga del cuerpo sin dolor ni turbación” (46). Y más adelante, ponen esta plegaria en boca de Jesús: “Te pido por mi pare, José, la obra de tus manos. Envíame un gran coro de ángeles juntamente con Miguel, el administrador de los bienes, y con Gabriel, el buen mensajero de la luz, para que acompañen el alma de mi padre hasta tanto que haya salvado el séptimo eón tenebroso. De manera que no sea vea forzada a emprender esos caminos infernales, terribles para el viajero por estar infestados de genios malignos que por ellos merodean y por tener que atravesar ese lugar espantoso por donde discurre en río de fuego igual a las olas del mar” (47) “Al exhalar su espíritu, yo le besé…Entonces puse su alma en manos de Miguel y Gabriel para que le sirvieran en defensa contra los genios que asechaban en el camino. Y los ángeles se pusieron a entonar cánticos de alabanza ante ella, hasta que por fin llegó a los brazos de mi Padre” (48).

Los Apócrifos parecen, pues, concordes en describirnos a San Miguel como el encargado de acompañar a los justos en el trance de la muerte y de conducir al paraíso a las almas bienaventuradas. Los primeros libros de la tradición cristiana recibieron esta herencia, en especial el Pastor de Hermas (49).

2. En la Escritura

No sería justo atribuir las descripciones de los Apócrifos a mera “imaginería religiosa”, producto de la exuberante fantasía oriental. En el fárrago de detalles secundarios podemos detectar aportes perdurables. Más aún, la escritura misma nos ofrece un pasaje que hace a nuestro propósito. Se encuentra en la enigmática Epístola de San Judas. El autor, hablando allí de los malos ángeles, condenados a las tinieblas pero que, a pesar de ello, siguen actuando en el mundo, nos ofrece este extraño texto:

“El arcángel Miguel cuando altercaba con el diablo contendiendo sobre el cuerpo de Moisés no se atrevió a proferir un juicio injurioso, sino que dijo “Que el Señor te reprima” (Judas 9).

Advertimos cómo el Arcángel Miguel discute con el diablo y le disputa el cuerpo de Moisés. Uno de los ángeles defiende el plan divino mientras que el otro lo combate. Acá la disputa tiene por tema el cuerpo de Moisés, pero el autor de la Epístola no da explicación alguna acerca del motivo de esta disputa (50).

Diversas conjeturas se han adelantado para explicar esta discusión: Satanás habría querido que el honor de la sepultura le fuese rehusado a Moisés porque éste había matado a un egipcio (cf. Ex.2.12); o bien habría deseado que su sepulcro fuese conocido y visible sobre el Monte Nebo, con la intención de que allí se convirtiera para los judíos en objeto de idolatría; o también se habría opuesto a su inhumación en el valle de Beth-Phogor, de miedo que la cercanía de sus restos deteriorase el culto del ídolo local (51).

El Arcángel, aún teniendo en frente al jefe de los ángeles rebeldes y condenados, no se atrevió a pronunciar sentencia sobre él. Tuvo miramiento por su antigua dignidad y prefirió que la orden represiva viniese de Dios en persona: ¡Que el Señor te reprima! (52).

Lo que interesa para el propósito que ahora nos ocupa es que San Miguel actúa ante Satanás -y lo enfrenta- a favor de un fiel difunto.




3. En la liturgia

La Iglesia ha asumido los elementos valederos que encierra esta tradición, representándose a Mikael junto a todos los lechos de los moribundos, con el encargo especial de recoger las almas de los elegidos a la salida del cuerpo, y de introducirlas, con delicada solicitud y majestad incomparable, en la luz eterna y en la morada de la gloria. El mismo Jesús nos dijo que los ángeles transportaron el alma del pobre Lázaro. Y la imaginación medieval esculpió en los frontispicios de las catedrales la imagen del Arcángel haciendo fuerza en el platillo de la balanza de los difuntos contra el acusador Satanás que presiona para la ruina de esas almas. Esta doctrina ha encontrado su expresión cultual en la liturgia de la recomendación del alma y del Oficio y Misa de difuntos (53)

- ritual de la recomendación del alma. Este hermoso y consolador rito, en el que palpita la más noble emoción de la Iglesia, invoca así al Señor: “Dios misericordioso, Dios clemente, Tú que por la inmensidad de tu misericordia, borras los pecados de quienes se arrepienten y perdonas sus culpas pasadas: mira benigno a tu siervo N….., renueva en él todo cuanto fue corrompido por la debilidad humana o cuanto fue profanado por el engaño del demonio, y consérvalo en la unidad de tu Iglesia como miembro vivo que ha participado en la Redención”. “Ábransele los cielos y los ángeles se alegren juntamente con el. Recíbalo San Miguel, el Arcángel de Dios, que mereció ser el príncipe de la milicia celestial. Salgan a su encuentro todos los santos ángeles, y lo conduzcan a la ciudad de la Jerusalén celestial….Recíbanlo también los Apóstoles, los Mártires, los Confesores, San José, la Virgen María, Madre de Dios, Jesucristo.”

La Iglesia no olvida, sin embargo, lo terrible del trance. Y por eso en este “Ordo” pide al Señor que libre al alma de su siervo como antaño libró a Noé del diluvio; a Abraham de los Caldeos; a Job, de sus padecimientos; a Isaac, de la muerte; a Lot de Sodoma; a Moisés del Faraón; a Daniel de los leones; a los tres jóvenes, del fuego; a Susana de un falso crimen; a David de Saúl y de Goliat; a Pedro y a Pablo, de la cárcel….Es decir que considera a la muerte como un duro combate con un cruel y tiránico enemigo. Y ruega a Dios incluya a su siervo en la lista salvífica de los “liberados”. “Ignores todo cuanto hace horrorosas las tinieblas y todas las torturas de los suplicios eternos. Apártese de tí el abominable Satanás con sus ejércitos; tiemble de espanto cuando llegues tú, acompañado de los ángeles, y se precipite en el tremendo abismo de la noche eterna. Levántese Dios, desaparezcan sus enemigos, huyan de su presencia los que le odian. Como se esfuma el humo, así se desvanezcan; como se derrite la cera delante del fuego, así perezcan los pecadores delante de Dios. Los justos, por el contrario se regocijen y celebren alegres fiestas delante del Señor. Sean por tanto confundidas y queden avergonzadas todas las legiones infernales, y los ministros de Satanás no se atrevan a impedirte tu camino.”

Concluye este admirable ritual con el anuncio de la gloria cercana. “Jesucristo, quien por ti fue crucificado, te libre de los suplicios del infierno. Jesucristo, el Hijo de Dios, te libre de la muerte eterna, ya que se dignó morir por ti. Te instale en los jardines siempre floridos del Paraíso y, como verdadero Pastor, te reconozca entre sus ovejas….Puedas ver cara a cara a tu Redentor, y contemplar en su eterna presencia, con ojos felices, la clarísima luz de la verdad. Colocado así entre los ejércitos de los bienaventurados te sea dado gozar de la dulzura de la contemplación de Dios por todos los siglos de los siglos. Amén (54) .

Oficio y Misa de Difuntos. El Oficio Divino -tanto el antiguo como el actual- presenta a San Miguel como el protector de las almas que van a parar a la otra vida. “Vino Miguel Arcángel con una multitud de ángeles a quienes Dios confió las almas de los santos para que las conduzcan al paraíso de la gloria” (55). San Miguel es llamado “mensajero de Dios para las almas justas” (56). “Arcángel Miguel, te he establecido príncipe sobre todas las almas que deben ser recibidas en el cielo” (57). “Que el abanderado San Miguel lleve a las almas de los fieles difuntos hasta la luz santa” (58).

Asimismo en la Misa de Difuntos se lo cita con frecuencia. En el versículo del Aleluya, por ejemplo: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate para que no perezcamos en el terrible juicio”. Y en el antiguo texto “ofertorio” de la Misa de difuntos oraba así la Iglesia: “Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libra a las almas de todos los fieles difuntos de las penas del infierno y del profundo lago; líbralas de la boca del león, que no las trague el tártaro, ni caigan en la oscuridad; sino que el abanderado San Miguel las introduzca en la luz santa que antaño prometiste a Abraham y a su descendencia…”
Así pues, la Iglesia en su oración oficial por los agonizantes y difuntos no ha olvidado el importante papel del psicopompo que cumple San Miguel. La Misa de Difuntos y el Oficio correspondiente están en perfecta consonancia con los datos de la Escritura y de la Tradición.


(42) S.Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios 39,8-9

(43) Cf. por ej. Apocalipsis de Pablo, 26. También de Henoc se nos cuenta que, al morir, fue introducido en un mar de fuego y entonces “el ángel Miguel, uno de los jefes de los ángeles, me tomó la mano derecha, me levantó y me condujo allí donde están los secretos…” Libro de Henoc, cap. 71,3
(46) Actas de Pilatos, cap. VIII-X, en Los evangelios apócrifos, BAC, Madrid 1963, pp.452-454; ver también ib. IV (XX) 3, p.464. Y asimismo cf. Ascensión de Isaías III, 16-17, en donde San Miguel es presentado en relación con la salida de la tumba participando en la resurrección de Cristo. “El ángel del Espíritu Santo y Miguel, el príncipe de los ángeles santos, como en el tercer día abrieron la tumba y el mismo Bienamado, sentándose sobre sus espaldas (de los ángeles), saldrá y enviará a los doce Apóstoles.
(45) Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica, XII, en Los evangeliios apócrifos, BAC, Madrid 1963, pp.636-637. En otro lugar vemos a Mikael llevando al cielo el alma de la Virgen, e incluso reuniéndola con su cuerpo: cf. Transitus Mariae XVI

(46) Historia de José el carpintero XIII,2 en Los evangelios apócrifos, BAC Madrid 1963, p.346.

(47) Ibid. XXII,1; p.532

(48) Ibid. XXIII, 1,4; p.353. Y según otra versión: Y cuando yo hube dicho amén, mi madre María respondió en la lengua que hablan los habitantes del cielo. Y al momento volaron sobre el cuerpo de m,i padre José, Miguel, Gabriel y el coro de los ángeles viniendo desde el cielo…Miguel y Gabriel tomaron por ambos extremos un precioso paño de seda y en él depositaron el alma de mi querido padre José después de haberla besado reverentemente….Yo confié a Miguel y Gabriel el alma de mi querido padre José, para que le guardaran contra los raptores que merodean por el camino, y encargué a los espíritus incorpóreos que continuaran cantando alabanzas hasta que la depositaran, finalmente, junto a mi Padre en el cielo” ibid..p.353, nota 31.

(49) Cf. Visión II,7. El Testamento de Abraham, libro contemporáneo del Pastor, vá aún más allá, y nos dice que San Miguel, tiene poder incluso para rescatar las almas del infierno. Ya que Abraham, dolido de su dureza para con los pecadores a quienes dio muerte, mandándolos así al infierno, invoca a Miguel para que los saque de allí. Pero esto es evidentemente falso e imposible. El espíritu cristiano tamizó benévolamente estos datos, acomodándolos a la regla de su fe. Y así veremos cómo San Miguel es nombrado en el txto del “ofertorio” de la Misa de difuntos, donde se le pide que libre a las almas de las fauces del león, pero de ningún modo se le ruega que las saque del seno del infierno. En el mismo “ofertorio” se menciona juntamente a San Miguel y a Abraham.
(50) Deut.34, 5-6 relata q ue Moisés murió en el país de Moab, sobre el monte Nebo, que Josué lo inhumó en el valle de Beth Phogor, y que nadie conoció el emplazamiento preciso de dicha sepultura.

(51) Varios Padres pensaron que nuestro texto tiene su raíz en algún apócrifo, por ej. En La Asunción de Moisés. Ver,v.gr., Orígenes, De principiis III, 2,1 E único ejemplar que se conserva de “La Asunción de Moisés” es una antigua traducción latina en la que precisamente falta la parte final en donde se debía relatar la muerte de Moisés y en que verosímilmente se trataba del combate al que alude Judas. La discusión entre los dos ámgeles no habría podido ser conocida sino por una revelación hecha quizás a Josué y conservada por tradición oral.

(52) Estas palabras se encuentran también en Zac. 3,1-2: “Y me hizo ver a Josué, el sumo sacerdote, que etaba en pie delante del ángel de Yahvé, y tenía a su diestra a Satán para acusarle. Y el ángel de Yahvé dijo a Satán : ¡ Que Yahvé te reprima, oh Satán, que Yahvé te reprima!
(53) J.Lemarié, en dos artículos publicados en la revista Sacris Erudiri, ha recopilado textos rituales referentes a San Miguel y entre ellos espigamos los que dicen relación con los difuntos “a quienes conduce a la gloria del cielo donde los introduce amigablemente”: en Textes liturgiques concernant le culte de S.Michel (Sacris Erudiri XIV 1963, p.278); Mikael es llamado “príncipe de las almas”: cf. Textes relatives au culte de l ´Archange et des Anges Dans les Bréviaires Manuscrits du Mont-Saint Michel (Sacris Erudiri XII 1962, p.138); y recogiendo textos de devoción privada en varias abadías medievales, advierte que a San Miguel se lo llama “príncipe gloriosísimo, jefe de los ejércitos celestiales, jefe admirable, tras Cristo, de la Iglesia de Dios, vencedor de los malos espíritus, acogedor de las almas” (ibid. Pp.140-142). Especialmente en ibid p.142: “Michael archangele bone –precor in mortis agone -Deffensorem te habeam. – Me defendas a drachone, -In tua protectione –Suscipe “anima meam”. Es “custos animarum” porque nos defiende en el combate, y contamos con su ayuda en la hora de nuestra muerte. Recoge el alma del justo a la salida del cuerpo. La presenta al Juez y, según la imaginería de una de esas estrofas, se encarga de defenderlas (cf.ibid. pp.145-147)
(54) Consoladora es también la “absolución sobre el féretro”: “Te conduzcan los Ángeles al paraíso; a tu llegada te reciban los Mártires, y te lleven a la ciudad santa de Jerusalén. Recíbate el coro de los Ángeles y con el pobra Lázaro obtengas el descanso eterno.

(55) Resp. II del II Nocturno.

(56) Ant. 1ª del III Nocturno.

(57) Ant. 3ª de Laudes.

(58) Preces de II Vísperas del Nuevo Oficio.

Tomado de San Miguel el Arcángel de Dios Ediciones Mikael, 1976

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