domingo, 21 de junio de 2009

EN EL AÑO SACERDOTAL




CUANDO SE PIENSA...



Cuando se piensa, que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote;

Cuando se piensa que ni los ángeles, ni los arcángeles, ni Miguel, ni Gabriel, ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote;


Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo, en la última Cena, realizó un milagro más grande que la creación del universo con todos sus esplendores y fue convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo; y que este portento, ante el cual se arrodillan los angeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote;

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados, y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesonario, Dios, obligado por su propia palabra lo ata en el Cielo, y que lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios;


Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar;


Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino;


Cuando se piensa que eso pude ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuado eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la tierra como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes aullarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan y no habrá nadie que se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos;


Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro pues él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él;

Cuando se piensa que un sacerdote que celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo sino que es Cristo mismo que está allí, repitiendo el mayor milagro de Dios;


Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales:


Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia nasiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal;


Uno comprende el inmeso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se reflejaba en sus leyes;


Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación;

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo;

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable;

Uno comprende que más que una iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado;

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor;

Uno comprende que dar para costear los estudios de un jóven seminarista o de un novicio es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre, que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra, y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.



HUGO WAST






Oración por la santificación de los sacerdotes (del Papa Pío XII)

Oh Jesús, Pontífice Eterno, Buen Pastor, Fuente de vida, que por singular generosidad de tu dulcísimo Corazón nos has dado nuestros sacerdotes para que podamos cumplir plenamente los designios de santificación que tu gracia inspira en nuestras almas; te suplicamos: ven y ayúdalos con tu asistencia misericordiosa.

Sé en ellos, oh Jesús, fe viva en sus obras, esperanza inquebrantable en las pruebas, caridad ardiente en sus propósitos. Que tu palabra, rayo de la eterna Sabiduría, sea, por la constante meditación, el alimento diario de su vida interior. Que el ejemplo de tu vida y Pasión se renueve en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, y alivio y sostén en nuestras penas.

Concédeles, oh Señor, desprendimiento de todo interés terreno y que sólo busquen tu mayor gloria. Concédeles ser fieles a sus obligaciones con pura conciencia hasta el postrer aliento. Y cuando con la muerte del cuerpo entreguen en tus manos la tarea bien cumplida, dales, Jesús, Tú que fuiste su Maestro en la tierra, la recompensa eterna: la corona de justicia en el esplendor de los santos. Amén.

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