lunes, 21 de septiembre de 2009

San Miguel el Arcángel de Dios (2)

San Miguel el Arcángel de Dios

Por el P. Alfredo Sáenz S.J.

I. MIKAEL, EL CONTEMPLADOR

Si recurrimos a los datos que nos ofrecen la teología y la liturgia, San Miguel se nos presenta, ante todo, como el ángel que está en la presencia de Dios, el ángel de la trascendencia, de la adoración.


1. Angel de la alabanza

En realidad todos los ángeles están dedicados a la alabanza, al canto del Trisagio eterno. Pero, al parecer, algunos de entre ellos se destacan en esta sagrada ocupación. La Tradición ha incluido ordinariamente a San Miguel en el coro de los siete ángeles que, según la Escritura, están siempre delante del Señor (cf. Tob. 12,15; Ap. 1,4; 5,6; 8,2). Mikael es presentado como Angel de la Faz, el corifeo de los que cantan la gloria de Dios.

En un antiguo Oficio Divino dedicado al Arcángel leemos: “Asiduamente estás ante el Señor, y nunca desistes de contemplar su rostro, en el que indeciblemente gozas y te sacias. Por lo que, con las beatísimas legiones de los ángeles a ti sometidos, alabas sin descanso al Rey de la gloria celestial” (8). De ahí que, como reza una antífona litúrgica “apareciste glorioso en la presencia del Señor, y el Señor te vistió de belleza” (9)

Los textos del Oficio de San Miguel exhortan a los cristianos a tomar parte en la “laudatio” del Arcángel, alternando alabanzas con los coros de los ángeles (10). Más aún, nuestra alabanza es considerada como una participación anticipada en la felicidad de los ángeles y sobre todo como una “reparación” por el alejamiento de los ángeles rebeldes, en cuanto que estamos destinados a llenar el vacío que su defección ha dejado en “la asamblea festiva” que alaba al Señor. Es el retorno de la oveja perdida al rebaño de las noventa y nueve ovejas justas al rebaño angélico. Del que Mikael es corifeo.

2. Ángel turiferario

En el marco de esta función general de alabanza, San Miguel es caracterizado como el ángel del incienso. La liturgia del Oficio le aplica aquellas palabras que se leen en Ap. 8, 2-4: “Vi siete ángeles que estaban en pie delante de Dios, a los cuales fueron dadas siete trompetas. Llegó otro ángel y púsose en pie junto al altar con un incensario de oro, y fuéronle dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono. El humo de los perfumes subió, con las oraciones de los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios (11).

Asimismo cuando se bendice el incienso en la Misa Solemne, la liturgia recurre a nuestro ángel: “Por la intercesión de San Miguel Arcángel, que está de pie a la derecha del altar del incienso y de todos sus elegidos, dígnese el Señor bendecir este incienso y recibirlo en olor de suavidad.” (12)

3. Ángel Intercesor

Mikael con el turíbulo de la alabanza en sus manos, no agota la totalidad de su misión. La liturtgia pide que, sin detrimento de su contemplación adorante en el cielo, no deje de ayudarnos a nosotros que estamos en la tierra (13). Lo llama “perpetuo interventor delante de Dios a favor nuestro, quien, sin dejar de orar, nos protege siempre” (14)

Por eso la Iglesia lo invoca como su intercesor junto a Dios. Y en el rito de la Misa de S.Pío V lo nombra especialmente cuando, en el “Yo pecador”, se hace la confesión de los pecados a Dios, a la Virgen, a los Santos y luego se ruega su intercesión (15). La Iglesia ha retomado este tema cuando, en el día de la fiesta de San Miguel, dice en la oración sobre las ofrendas: “Te ofrecemos Señor este sacrificio de alabanza y te suplicamos humildemente que sea llevado ante tu presencia por el ministerio de tus santos ángeles, y lo aceptes con bondad para que nos obtenga la salvación eterna”. Acá la intervención angélica se hace eucarística: tomar la ofrenda de la Misa y presentarla ante el Señor. Es lo mismo que se pide en aquella oración del Canon Romano que sigue a la consagración, donde se ruega a Dios que envíe a su santo ángel para que lleve hasta el altar celestial la ofrenda del altar, la ofrenda de la Iglesia que une su ofertorio al de Cristo, Víctima Suprema.

Los ángeles no agotan, pues, su cometido, en la sola adoración. Se preocupan también por la obra redentora. Acompañaron primero al Verbo que descendió al mundo para salvarlo. David había predicho (cf. Ps. 96,8; Hbr. 1,6) que la llegada del Emmanuel sería saludada por los santos ángeles y que lo adorarían humildemente en el momento en que manifestara su presencia entre los hombres, profecía que se cumplió en Belén, en los conciertos angélicos que convocaron a los pastores. Asimismo en la resurrección de Jesús intervino un ángel resplandeciente para sacar la piedra, y anunció a las mueres que el Señor había resucitado. Y al fin de la estadía de Cristo entre nosotros rodearon la nube de la Ascensión. Es decir que los ángeles tomaron parte en la obra salvadora de Cristo. Y siguen interviniendo en el tiempo de la Iglesia, especialmente intercediendo por nosotros, y de modo peculiar llevando hasta el cielo las necesidades de los hombres, sobre todo la participación de la Iglesia en el Sacrificio de Cristo. Al mismo tiempo que contemplan, sin intermitencias, el rostro de Dios, no dejan de ayudar a los hombre indigentes. Unen admirablemente la contemplación y la acción.

Vamos a considerar cómo San Miguel lo hace de manera eminente.

(8) Cf. J.Lemarié, en Textes litiurgiques concernant le culte de S. Michel, en Sacris Erudiri (XIV) 1963, 278.

(9) Cf. antífona 6a. del II Nocturno del Oficio en vigor hasta la última reforma.

(10) Cf. Himno de Laudes den Nuevo Oficio: “A Tí, Cristo esplendor del Padre, -vida y fuerza de los corazones, - en presencia de los ángeles - te cantamos con el deseo y con la voz: - entonando alternadamente – entregamos nuestras voces a la alabanza
(11) Cf. antífona post 2ª lectura del Nocturno del Oficio de San Miguel en vigor hasta la última reforma: asimismo la antífona 8va. Y la antífona 1ra. de I Vísperas; cf. también el Ofertorio de la Antigua Misa de la aparición de San Miguel el 8 de mayo.
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(12) Se piensa, sin duda, en el ángel innominado de Ap. 8,3-4. Cf. también una estrofa de la Hermosa secuencia en honor de San Miguel que se encuentra en la abadía de Saint-Gall, compuesta por el célebre monje Norker, en el siglo IX “Quo post bella –Michaelis inclyta – Nostra Deo sin accepta – Aurea super aram – Thymiamata”: “Dígnese el Señor, tras los valientes combates que Miguel debe aún sostener, aceptar nuestro incienso sobre el altar de oro.”

(13) Cf. la oración en la Misa de San Miguel, el 29 de septiembre.

(14) Cf. Oficio de San Miguel conservado en la Sagra S. Michele; lo trae J. Lemarié, en Textes Liturgiques concernant le culte de S.Michel, en Sacris Erudiri (XIV) 1963, 278-279.

(15) La Iglesia se muestra acá heredera de una larga tradición. Ya entre los judíos, el ángel Miguel era considerado como quien cada día ofrecía a Dios las almas justas sobre el altar de la Jerusalén celestial; Cf. Chagigah, 11b; Menachoth, 10ª. Y en la descripción que el Talmud ofrece de los cielos, ubica en el cuarto cielo la Jerusalén celestial y el Templo en que Miguel ofrece un sacrificio cotidiano; cf. Introducción a la Ascensión d´Isaie, Paris 1909, p. 16. El Libro de Henoc pinta un conflicto eterno entre los justos y los malvados. Los malos triunfan sobre la tierra, persiguen a los justos, los devoran. Pero es un triunfo aparente. El Señor se vengará por medio del Mesías, pero con la ayuda de los ángeles (en particular de Miguel) quienes velan sobre los buenos y transmiten sus quejas al Altísimo: “Entonces, Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel miraron de lo alto del cielo y vieron la sangre que se derramaba con abundancia sobre la tierra. Y se dijeron uno a otro: Con la voz de su clamor la tierra desolada clama hasta las puertas del cielo…Esas almas dicen: Llevad nuestra causa hasta el Altísimo”; cf. Libro de Henoc, cap. IX, 1-3, “Y sucedió que cuando Miguel estaba de pie ante el Señor de los espíritus, dijo a Rafael: “Yo no estaré a favor de ellos (de los malos) a los ojos del Señor, porque el Señor de los espíritus se ha irritado contra ellos, pues obraron como si ellos fueran el Señor”; ib. Cap.68,4 Miguel aparece así, como un intermediario entre Dios y los hombres, ofreciendo al Señor las oraciones de los justos.
Tomado de San Miguel el Arcángel de Dios, Ediciones Mikael, 1976

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